Érase una vez un relato tan breve, tan mínimo, que se leía con microscopio. Incapaces de retener una cantidad tan pequeña de información, sus lectores lo olvidaban nada más acabarlo; pretender memorizar un texto tan corto era como intentar guardar un grano de arena en un cajón y volver a por él años más tarde, con la esperanza de encontrarlo. Durante un minuto, eso sí, fue la lectura preferida en los cinco continentes. Incluso recibió elogios de los grupos ecologistas, ya que para publicarlo se utilizó una cantidad ínfima de papel. Las selvas amazónicas lo agradecieron y por primera vez en mucho tiempo, respiraron aliviadas.
Dicen que su autor o autora (ya nadie recuerda si era el uno o la otra) lo escribió mientras bajaba los tres escalones que separaban su autobús del suelo, y que antes de pisar su casa, ya lo vio convertido en best seller. Así empezó y terminó su carrera literaria, pues nunca más volvió a publicar nada. En un mismo día conoció la gloria y el olvido.