Caía la noche más fría de aquel año infernal.
Salí al balcón y me encendí un cigarro. Acababa de darme una ducha, estaba relajada, miré el humo ondulante y pensé que había que dejarlo y de paso ahorrar un poco, pero le di una calada que me llegó hasta los pies. Empezaba a ser costumbre eso de decirme cosas y no hacer caso. Mis labios jugaban al compás del tiritar de mis dientes, volví a entrar.
Y allí me vi, frente a nuestro sofá muerta de miedo, comenzaba otra noche en la más absoluta soledad. Comida recalentada y Ribera del Duero adornaban nuestra mesa, que hoy, era enorme, una película con el fin de olvidar por dos horas, que hoy tampoco le sentiría cálido a mi lado.
Miles de llamadas retumbaban en mi teléfono, lo siento, no quería hablar con nadie, creí deber silencio a esa parte de mí que aún estaba intacta.
Quería ordenar mis lágrimas frente a la chimenea humeante que se consumía, como mi cenicero abarrotado, como mi vida, que también lo hacía sin freno.
Lloré, y lo hice tanto, que también me consumía.
Todo lo que fui se marchó con él, incluso había olvidado el don que un día, la vida me regaló.
Soy escritora, al menos lo era, antes de que mi marido falleciera, sin darme la mínima posibilidad de despedida.
Mi mentor, el que siempre me alentaba a sentarme frente al ordenador, servía dos cafés cargados y descansaba a mi lado mientras disfrutaba de la melodía que salía de mis dedos al escribir.
Hugo era un enamorado de la vida, de esas personas que solo con mirarla, te inspira a lanzarte al vacío y creer en ti.
Intenté varias veces continuar la novela en la que estaba trabajando, pero antes de la primera palabra, me derrumbaba, ya nadie me miraba y el café no era el mismo.
Me pidió contar nuestra historia de amor, que lejos de la realidad, era una de tantas, pero últimamente, se había convertido en algo que necesitaba terminar, exteriorizar lo que llevaba dentro, sacar a relucir mis sentimientos y poder cerrar esta etapa de mi vida.
Se le ocurrió una noche en la Sierra de Gredos, bajo un cielo despejado adornado de estrellas, vino, carcajadas y pasión. Nos miramos y detuvimos la respiración, fue ahí cuando supe, que él, era la razón por la que escribiría esa novela.
Así éramos, dos seres extraños que a veces nos gustaba huir de la realidad y refugiarnos en nosotros.
Cogí una bocanada de aire y decidí continuar nuestra historia perfecta, pero pronto me di cuenta que estaba vacía por dentro con el cenicero lleno y la boca ardiendo.
Y me fui, me fui al único lugar en el que encontraría todas las respuestas.
Había una casa, una casa y el mar.
En ese estrecho trozo de playa, entre la selva liquida, sucedimos nosotros.
Volví a nuestra playa, a la isla en la que nos conocimos y nos juramos nunca separarnos. Sabía que para escribir nuestra historia perfecta, el secreto estaba en volver al lugar donde empezó todo, esta vez, sola.
También necesité encontrarme, toda fiera herida necesita un lugar solitario para curarse de su daño, y el mío, era infinito.
Y ahí estaba yo, mirando el horizonte, escuchando el murmullo de los guijarros pegando fuerte al son del viento que hoy, me daba en la cara y me llenaba de fuerza para seguir. Volví a beber café, hasta el punto de llegar a sentir su respiración en mi nuca, alentándome como antes lo hacía.
Después de una larga temporada y mi novela a la espera de la edición, acompañada de la naturaleza que un día descubrimos y que hicimos nuestra, decidí quedarme, compré esa casa, y lo hice porque supe que toda la magia que había dentro, era nuestra.
Publiqué mi novela, que en el fondo no era tan mía como lo era suya.
Y de repente todo se paró, para reconducir mi vida hacía una firma de libros en el centro de Madrid.
Un atril solitario al fondo de lo que parecía un escenario y miles de personas se adivinaban en la sala, subí las escaleras, nerviosa pero con firmeza y la sensación de liberación, tenía que dar un discurso sobre la motivación que me había llevado hasta este punto.
Sin previa preparación y con la más absoluta certeza de que en ese escenario, me despediría de mi silencio, comencé:
“Toda una vida dedicada a la que creía que era mi manera de expresar el arte que cada uno llevamos dentro, una hoja en blanco, miles de ideas y no sabes por dónde empezar. Una cuerda tensa en la que te ves subida, estas temblando y piensas que te vas a caer y contigo, tus sueños y aspiraciones. Pero de pronto el universo te regala una oportunidad que en realidad, estaba escondida dentro de ti, y decides recular, volver a subirte a esa cuerda y empezar de nuevo.
Entonces, descubres que debes coger una hoja nueva, volver a escribir la historia desde el punto donde empezó todo, solo así, sacarás lo que una vez nació dentro de ti.
Esta novela es una más, solo que está escrita desde el silencio. Y me adentré tanto en él, que encontré miedo, pero en el interior de ese miedo, había un ruido, el mismo que me hace estar hoy aquí, presentando una novela que me hecho renacer, exponerles a cada uno de ustedes lo que es el amor desde el dolor y así, poder cerrar este ciclo.
Hoy no solo nace “Caos” también nace mi nueva “yo”, que un día se vio sumergida en tanto caos, que temió no saber salir, pero ¿Sabéis que? El verdadero caos no hace ruido, te mata por dentro y te pide a gritos, libertad.
…y cuando consigues sacar ese caos, te plantas frente a ese papel, le regalas tu alma, y vosotros al leerlo, lo convertís en arte.”