«Caza a Papa Noel»
Sobre mi escritorio reposaba todo el material que iba a necesitar para mis trampas. Cuerdas, gomas, mi bolsa de pedos, pistola de dardos, una linterna y mi cámara de fotos que me regalaron en mi cumpleaños.
Esperé a que todos estuvieran dormidos para colocar mis trampas; encendí mi pequeña linterna para poder alumbrar los rincones elegidos de la casa, y preparé la pistola de dardos. Había cogido unas gomas de pollo para preparar la pistola, así que se las coloqué para que se activara sola en cuanto Papa Noel rozara la cuerda situada en la entrada del salón.
Me disponía a situar mi bolsa de pedos, cuando de pronto oí el sonido de un cascabel. Mi corazón dio un vuelco y rápidamente apagué la luz de mi linterna y me escondí agazapado tras el sillón de mi madre. Apoyé las manos sobre el cálido suelo y agradecí el calor que había dejado la calefacción sobre la tarima. Pude ver algo sobre la repisa de la ventana, al ojear con cuidado pude averiguar que se trataba del gato de la vecina, se escapaba habitualmente aunque esta vez había elegido mal momento. Ya más calmado coloqué la bolsa cerca del árbol de navidad, exactamente por donde mi presa tendría que caminar para dirigirse hacia el árbol y dejar nuestros deseados regalos. Al soltarlo me percaté que una de las manos había presionado un poco la bolsa así que sin poder evitarlo sonó un pequeño aire que me recordó las ventosidades de mi abuela cuando descansa sobre su balancín. Intenté no reír, sin embargo era imposible no reaccionar a ese recuerdo tan gracioso y entrañable a la vez. Aún así, nadie me oyó. En la casa se vivía calma y sosiego.
Sobre la mesa posé un par de libros de la estantería, y coloqué la cámara fotográfica para que alcanzara una altura idonea. Después, la programé para que se activara al percibir un mínimo de movimiento y soltara una ráfaga de fotos. Papa Noel no tendría escapatoria.
Tras el sofá esperé entre cojines hasta que me venció el sueño. Sin embargo, una hora más tarde me desperté sobresaltado, ya que mi plan había funcionado. Solo pude verlo unos segundos, marchó como una estrella fugaz con un dardo pegado en su frente.
Qué gran satisfacción ver la cara de mi hermano cuando abrió mi regalo; la foto perfecta donde aparecía Papa Noel resbalando con mi bolsa de pedos y recibiendo uno de mis dardos en su atónito rostro. No fue el único sorprendido esa mañana, en el interior de mi regalo encontré una nota junto al dardo que viajó hasta el Polo Norte. "Querido Daniel; creo que esto te pertenece. La próxima vez, te lo pondré más difícil. Un abrazo amigo".
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Buen relato.
Saludos Insurgentes