A veces voy a desayunar a una cafetería, no importa cual sea. Solo veo una mesa libre y me siento; abro un libro y leo mientras la camarera viene hacia mí. Observo a las personas; cada cual con una historia que contar; para mi cada una es una historia apasionante, llena de aventuras, peligros, deudas, víctimas, inocentes, culpables. Hoy esperando a que la camarera llegase leía un relato de Stephen King en el libro Todo es eventual, cuando un ruido hizo que me saliera del párrafo en que L.T hablaba; Un hombre de edad avanzada; se sentó en otra mesa; ató a un beagle a la pata de la silla y este se sentó con elegancia.
Volví mis ojos a dos operarios que se encontraban abriendo la tapa de una alcantarilla cercana; recordé un titular que hablaba sobre los cocodrilos de las alcantarillas. Saqué mi libreta para escribir unas frases, quizá ver cómo aquellos dos trabajaban haría que mi bloqueo de escritora se desactivase.
Coloqué mi pluma sobre el papel y pensé en el primer técnico que bajó; se le notaba nervioso mientras caminaba por el túnel oscuro de olor desagradable, con una linterna alumbraba el lugar en busca de aquella avería de la que los vecinos se quejaban.
De repente el suelo ya no me sostiene, noto como me levanto de la silla y camino hacia el hueco dónde el segundo técnico está mirando. Por un instante miro hacia atrás, mi cuerpo sigue sentado en aquella mesa, mientras el beagle me mira. Aunque yo ya no esté allí.
El primer técnico no llega a mi vista y yo necesito saber que va a pasar, por lo que bajo por la escalera, no importa el segundo técnico, nadie puede detenerme. El chico sigue aun con su mascarilla cubriendo parte de la cara, notaba el calor que desprendían los vapores del lugar, alzó el medidor de gases, el nivel de toxicidad era elevado pero aún se podía respirar adentro, debía encontrar y reparar la avería antes de desmayarse.
Se encontraba algo nerviosa, el titular hablaba de animales que se alojaban en las alcantarillas entre los residuos que los seres de la superficie no queremos y desechamos; señalaban como salían algunos incisivos y meñiques por el desagüe.. Aquel periódico debía de quitar la sección dónde el pueblo opina.
«¿Quien contaba aquellas historias?», pensé; no creía en esas cosas; solo eran cuentos para asustar a los niños. Yo misma escribo esos cuentos para asustar a los adultos.
El técnico escuchó el correteo de una rata pasar por encima de sus botas por lo que pegó un pequeño grito.
—¡Rata asquerosa!—profirió él.
—Cuidado no te vayan a morder los cocodrilos—dije sarcástica.
Ni siquiera contestó, tan solo siguió caminando siendo seguido por la cuerda que lo agarraba de su chaleco como medida de protección. Yo alcé mis manos para escribir, pero la libreta no estaba «Tú sigues en la mesa estúpida» me reprendí.
Él se detuvo ante una maraña de cables que a simple vista parecían raídos; de su bolsa, y acercándose con toda tranquilidad, sacó un alicate, una chispa le hizo retroceder y taparse los ojos con el brazo. Los entrecerró para ver mejor, un roedor agonizaba por su vida con la piel quemada y una extremidad moviéndose como si pidiera ayuda, puso una cara de repulsión, los fragmentos de lo que había comido aquel día empezaban a subir por su garganta y expulsó saliva; intentó recomponerse. Respiró profundo apoyando su mano en la pared y subió la radio hacia su boca mientras tosía.
—Voy a necesitar ayuda aquí abajo.
—Lo siento colega —contesté —. Solo estoy yo así que termina pronto que quiero salir de aquí.
El técnico sacudió varias veces la radio ya que no escuchó a su compañero al otro lado; volvió a mirar la maraña de cables envolviendo al animal cuando noto la presencia de otra persona en aquel lugar.
—Por fin comienza la acción —suspiré aliviada.
—No tiene gracia —dijo el hombre—. Saca tu culo de donde estés...¿Quién está ahí?
«Normalmente cuando se dice eso, es que no habrá nada bueno» mi sarcasmo volvió a florecer.
Una rata pasó por encima de sus botas, haciendo que diera un respingo provocando que la linterna cayera al suelo. Bajó recogiendola con la mano, pero estando en el suelo, la luz alumbró unos pies descalzos con unas uñas puntiagudas y largas, el técnico tragó duro y subió lentamente alumbrando con la linterna cada centímetro del cuerpo que tenía delante suya, las piernas eran largas con la piel escamosa, la cintura de aquel ser le llegaba al pecho, el tronco escamoso era muy delgado y se le podían ver los surcos de las costillas, los brazos eran largos con manos que llegaban a tocar el suelo, del bajo de su espalda sobresalía una cola bien parecida a la de un lagarto y su rostro, con unos ojos enormes en medio de la cara que lo observaban abriendo una boca de la que se podían enumerar unos dientes afilados.
—Me ha encantado —dije sonriendo con los brazos en alto mientras la bestia desmembraba el cuerpo —. ¿Puedo usarlo en mi próximo libro? —pregunté con las manos en señal de súplica —. ¿Me escuchaste? —Esos ojos se habían volteado con los restos de sangre de aquel hombre aún pegados —. No puede ser, tu eres producto de mi cabeza y yo estoy sentad..—aquel ser comenzó a caminar hacia mí y yo no pude más que salir corriendo entre la oscuridad.
Cuando mi cabeza se levantó de pronto del papel, me encontraba agitada: con el corazón palpitando.
—¿Se encuentra bien? —preguntó la camarera preocupada tendiendo la taza.
Yo asentí y terminé el café de un golpe.
«No pienso escribir sobre eso»
Al otro lado de la calle, el segundo técnico al notar que su compañero no respondía a los llamados a través de la radio, tiró de la cuerda que éste llevaba atada, encontrando el extremo visiblemente deshilachado.