«Como excusa»

No puede escribir ni una sola buena frase. Escribe, sí, porquerías que inmediatamente borra. El malestar de la separación lo ronda, y tiene más voluntad e imaginación para estalkear a su ex, que para crear una historia. Se cansa de intentar en vano un cuento, y vuelve a caer en las redes de su ex. Espía y reprime. Espía sus publicaciones. Reprime las ganas de hablarle. Todo lo revisa, es tan poco lo que halla que lo poco que encuentra, implica para él la obligación, de leer, a vuelo de águila, de qué se tratan los nuevos posteos, para ver si hablan de él, de otro o de cualquier cosa. Si llegaran a hablar de él, y no fueran escraches, sino el indicio de que aún lo quiere, y la señal para que la contacte, en el acto la complacería. Pero, si no vuelve con él, por favor que, por un tiempo, nada empiece con otro, por lo menos hasta que pase el malestar, y si lo hace antes, que no publique nada al respecto.
Después de maquinar bastante, se siente humillado por caer en eso, y ahora también siente bronca, por andar así, arrastrando su ego de una red a otra, y reprimiéndose las ganas de escribirle de nuevo, y que de nuevo lo vuelvan a ignorar o peor, que le vuelvan a dejar en claro que "lo nuestro se acabó". Entonces agarra y se mete rápido en el sitio de levante, y laiquea a mansalva hasta que se le acaba ese poder. Y mientras espera coincidencias para poder hacer contacto y ver qué pasa, sabe que lo hace por despecho. Entonces vuelve a la computadora, y mira la hoja en blanco, y trata de pensar en algo que le sirva de verdad, un párrafo decente, aunque sea, como para que algunas palabras entretejidas, musicales, coherentes, claras, salven su triste día, o lo distraigan, al menos, de este malestar.
Ni una cosa ni la otra pasan, sigue pensando en ella, y no logra inspirarse para poder, aunque sea, comenzar ese cuento, que ya está pago y ni siquiera existe, y, caer en la terrible conciencia de eso, empeora aún más su estado anímico, porque ahora se ha sumado otro miedo, el de no poder cumplir el plazo de entrega con la editorial.
Insulta, reprime el impulso de romper algo, y entonces, su cara se transforma, y, con súbita calma, y esmerada dicción, dice en voz alta: "¿Ah, sí? ¡¿No me sale nadaa?! Listo." Y comienza a escribir algo, que, esta vez, no borrará, escribe: "No puede escribir ni una sola buena frase..."