Salió del cementerio, sin rumbo, en silencio, caminando despacio sin apreciar su alrededor, con la mirada perdida. Vagabundeo durante horas calle abajo, buscando el mar. Al final llegó al puerto. Miro el azul infinito de las aguas del Atlántico. El sol se precipitaba hacia su ocaso y el rojo púrpura se iba adueñando poco a poco del firmamento.
Abrió el bolso y sacó aquel libro que alguien le había regalado por San Valentín en 1990. Comenzó a leer:
……. ¿Qué hago yo aquí? La cosa funcionaba antes de venir yo y seguirá funcionando después de que me haya ido.
El Misterio del Almak. Martín Vigil
Metió los pies en la gélido agua y caminó mar a dentro.
Era hora de poner punto y final a su historia, a aquella historia que venía arrastrando treinta años atrás.
Tecleo el punto y final pero… “¿por qué tiene que acabar así? ¿Y si le doy otra oportunidad? ¿Debo dejarla escapar?” Y vuelvo a teclear no sin antes borrar las últimas frases.
Sentada en la arena, leyendo aquel libro que alguien le regaló por San Valentín, sintió como unas manos se posaban en sus hombros. La había seguido hasta allí.
El la besó, ella se dejó besar. La cogió de la mano, corrió, ella lo siguió. Metieron sus pies en la mar, sumergidos en un infantil juego, acarició su cuerpo con sabor a sal, rompiendo las cadenas del tiempo.
Ella se rió, el acompaño su risa. Levantó su cuerpo en un baile de sirenas, su pecho junto al suyo, sin prisa, mecidos por las embravecidas olas, en la danza que provoca la suave brisa, unieron sus cuerpos en una dulce condena.
Era hora de pasar página y comenzar a escribir un nuevo capítulo en su vida.
Cuando te deje editar revisa algunas tildes del pasado que se te pasaron al escribirlo, así quedará perfecto 😍
Me quedo con el segundo.
Saludos Insurgentes
Esta historia promete, Pepi. ¿Qué pasaría entre medias?