Anna se encontraba dibujando en el que había sido el estudio de su padre, muchos años atrás se imaginaba a ella misma buscando tesoros increíbles como su padre, él era un prestigioso arqueólogo, trabajó en Egipto, Roma, y en otros maravillosos lugares. Durante su infancia Anna deseaba ser como él, pero el destino le llevo a convertirse en una gran escritora, además le gustaba dibujar las ilustraciones para cada uno de sus libros.
Aquel día estaba realizando el que iba a ser la portada de su próximo libro, trataba sobre el fantasma de un esclavo romano que aún habitaba en la domus (casa) que había pertenecido a su dueño y perseguía a todo aquel que intentase vivir en aquel lugar.
Un poco antes de terminar la pintura Anna escucho un fuerte ruido proveniente del comedor, ese día su marido, Roguel, no se hallaba en casa, había salido bien temprano para entregar unos documentos importantes en el despacho. Sus dos hijos se encontraban en la escuela y su perro Miel estaba justo al lado de la estufa de la misma sala en la que se encontraba Anna. Se levantó de la silla y se dirigió hacia la parte de la casa donde se había producido el ruido.
En la habitación no había nadie, y nada estaba fuera de lugar, quizás se la habría imaginado, podría ser, aquella noche no había dormido bien a causa de unos profundos dolores de cabeza. De un momento a otro Miel, su perro, empezó a ladrar al jardín por lo que Anna decidió dirigirse hacia ese lugar, cuando llego no podía creerse lo que visualizaba.
En su espacioso jardín, en el mismo en el que ella jugaba cuando era pequeña, se encontraba un hombre con una túnica blanca que le llegaba por las rodillas. El extraño hombre le miro y le sonrió.
- Te estaba esperando- le dijo el misterioso hombreAnna se quedó perpleja, ¿Quién era capaz de introducirse en una vivienda ajena y esperar a los dueños?, ¿Qué quería?, ¿Quién era?, ¿Era peligroso?
- No te asuste, soy Antonino, vengo de una época pasada, cuando el emperador Adriano gobernaba Roma- hablo nuevamente el hombre de raras vestimentas.- ¿Es una broma?, ¿Mi marido te ha enviado? - Pregunto nerviosa Anna
- Tu marido es un buen hombre, me cae bien, pero no me ha enviado él. Soy únicamente un ciervo de un noble patricio, un hombre encantador al igual que tu marido. fallecí en este mismo lugar a causa de un triste accidente al intentar coger una planta beneficiosa para la preparación de la comida, cuando me caí ya no volví a levantarme jamás, he estado ahuyentando a toda aquella persona que se atreviese vivir aquí, hasta que vi a tu padre junto a tu madre entrar por la puerta de esta casa y lo supe, ellos eran mi descendencia, por tanto, yo soy tu antepasado.
-Esto no puede ser verdad, los fantasmas no existen, eres fruto de mi imaginación.
De repente se escuchó la puerta del garaje abrirse, era Roguel. Cuando Anna volvió a mirar hacia la dirección donde poco ante estaba aquel extraño hombre que decía ser su antepasado ya no estaba. Fue corriendo a la cocina donde se encontraba su marido, empezó a contarle todo lo sucedido, tras esto decidieron irse de vacaciones ya que ambos pensaron que era la mejor idea, ya que consideraban que Anna necesitaba descansar, volver a vivir en la casa de sus padres le había afectado mas de lo que pensaban.
En la habitación del hotel donde se encontraba dormida volvió a escuchar un fuerte ruido, provenía del baño. Su hijo menor salía de allí, y detrás de él le seguía Antonino. No podía ser, esta vez se encontraba lejos de la casa, estaba descansada, estaba feliz, ¿Por qué seguía viéndolo?
-Tienes que seguir escribiendo tu historia Anna, en ella me haces más fuerte, me vuelves a la vida. – Dijo con firmeza AntoninoEn ese momento a Anna se le ocurrió una genial idea, se lanzó a su ordenador portátil, lo encendió fue directa al documento del libro que estaba escribiendo y lo borró. En ese momento Antonino desapareció y ya no volvió a verlo. Pero cada vez que escribía un libro se le aparecían los personajes de sus historias, y todos ellos decían ser sus antepasados.