— Aquí estoy cinco de la mañana y solo me quedan cuatro horas para entregar mi novela, 380 páginas y aun así me invade la sensación de que no es suficiente de que podía haber dado más de mí, he construido unos personajes interesantes, una ambientación muy poderosa, el relato cumple con los cánones del género y aun así rompe moldes, pero en el fondo sé que no cuajara en el mercado actual, pero ya es tarde voy a cerrar los ojos un rato antes de la hora de entrega —.
Mientras dormía, oía a Isabel mi editora decirme que había fracasado, que nunca más volvería a escribir para ella, oía los bostezo, bufidos y el resoplar de los lectores aburridos por mi texto, veía como me clavaban y crucificaban en todas las redes sociales, me veía a mi frente a un espejo diciéndome "Eres un fracaso, nunca gustaran tus libros a nadie".
Me desperté de un salto y miré el reloj — Solo son las seis menos cinco —, tres horas y cinco minutos para la entrega, pensé. Estaba sudando, tenía los brazos atenazados y una sensación muy extraña, pero a la vez muy familiar recorría mi estómago — Voy a darme una ducha y hacerme un café — dije en voz alta, esperando que alguien me oyera, pero el único que me oyó fue mi gato que levantó la cabeza me miró con desidia y volvió a bajar la cabeza para seguir durmiendo.
En el baño me quité la ropa y la eché al cubo, puse el agua caliente — Joder —, exclame, — Está demasiado caliente —. Mientras me enjabonaba intentaba relajarme y sacar de mi cabeza esos pensamientos de fracaso, pero como no voy a tenerlos si es lo que soy, me eché a llorar como nunca había llorado, por suerte, mis lágrimas se mezclaban con el agua de la ducha.
Terminé de ducharme y miré el reloj, marcaba las siete y media, aún faltaba una hora y media para entregar el manuscrito. Me dirigí a la cocina y puse dos tostadas a hacerse mientras se calentaba la cafetera, me acerqué de nuevo al manuscrito y lo miré — Espero que esto le guste a los lectores —, pensaba mientras por dentro me decía, esto no va a gustar nadie, no conseguiré vender ni un mísero ejemplar. Sonó el tostador y el café ya estaba listo, tenía una hora para desayunar e ir a la oficina de mi editora.
Terminé de desayunar y salí pitando de casa ya llegaba tarde. Cogí el metro solo eran 2 estaciones, sentía como todo el mundo me miraba y me juzgaba, no podía leer sus pensamientos, pero sabía lo que pensaban, que era un fiasco que nunca debería haber empezado a escribir, que no merecía la oportunidad que tenía, acallé las voces con música, Queen siempre me ha gustado Queen, pensé.
Llegué a la estación y salí del metro mientras sentía como todos me miraban, por suerte Freddy Mercury y su "Show must go on" me acompañaban, bajé andando, estaba a tres minutos de la puerta de mi editora, llegué al portal y miré el reloj, solo faltaban cuatro minutos para las nueve. Mis ojos fijaron la mirada en el portal y me dije en voz alta — Nunca debí haber hecho esto —.
«Cuatro horas de tormento.»
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Revisa para que los lectores podamos aclararnos . Ánimo con las historias.