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Agustín García Aguado

«DAMAS LISBOETAS»

985 palabras
8 minutos
78 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

Hay una rata en mi armario. Ya no es una sospecha, ni siquiera puedo imaginar que solo sea una pesadilla de mal gusto. Escucho desde la cama sus chillidos, el rasgueo de sus uñas afiladas cuando rasca la madera de los cajones, y me pregunto cuánto tiempo lleva oculta entre mi ropa. Desde la mañana en que Celia llegó de su turno de noche en el hospital, no dejo de sentir a esa pequeña alimaña como una presencia amenazadora durante las noches, y supongo que ese terror que me encoge provocará algún día que salte como un resorte, me calce las zapatillas de fieltro, y salga escopeteado hacia algún rincón del mundo donde pueda sentirme más seguro. Pero si me dejo dominar sin rendir batalla, Celia y esa maldita rata se adueñarán de mi manuscrito, y terminarán poniendo sus nombres con relieves dorados en la portada de mis Damas lisboetas, Primera Parte.  

   Habría de tener redaños para aventurarme en tan arriesgada misión de rescate, pero dudo que mi alma pueda alzar a tiempo la cimitarra del héroe ungido por la gracia divina para reconquistar lo que en derecho me corresponde. Si fuese capaz de asustar a ese roedor, pateando la puerta del ropero, puede que no aún quedara tiempo para recuperar mi tesoro como un pirata inglés en puerto franco. Después, bastaría con cambiar el nombre de algún protagonista, modificar fechas, variar paisajes, y, voilá, mi obra estaría lista para ser publicada en la mejor editorial. 

    Celia fuma en el baño, se depila las piernas en la cocina, invade las cuatro esquinas del apartamento con sus rímeles pegajosos y sus carmines de guerra, establece así un pequeño imperio de hábitos consumados que provoca que nuestra casa comience a desmoronarse como un castillo de naipes sobre un tapete de juego. Nunca le he dicho nada. Ella trabaja duro, es plural como una galerna atravesando una aldea de pescadores, y yo solo soy ese tipo miope que aporrea una vieja Olivetti y se alza sobre el mundo para disimular su estatura de duende bajito. Cuando la conocí en un espigón de la costa croata, le pregunté del modo más inocente si era sirena pasmada o Dama de Picas de la baraja, y algo debió ver en mí, porque aquella noche, provistos de ambición y de deseo, nos amamos en Dubrovnik como si fuéramos los últimos amantes sobre la tierra. Pero el romance duró poco más de un año, justo el tiempo en que tardé en descorchar mi propio tedio a la vez que me atreví a brindar por las viejas hadas de los cuentos. Nunca ha sabido entenderme y, quizá, por esa razón, desea extirparme de su vida como una molesta excrecencia. Ingrata  

    Hoy no espero nada de Celia, quizá un beso de buenas noches, un leve aleteo de palomas en su pecho, cualquier cosa que me recuerde que es llama extinguida con su reflejo azulado. Mi amor por ella no ha hecho posible que mis Damas lisboetas acepten su fatal destino de convertirse en mujeres de carne y hueso; por el contrario, son fruto del oficio del escritor y de la disciplina, y esas veleidades pueden que me condenen al éxito. He dicho que no espero nada hoy de Celia, pero ¿y la rata? ¿Qué podría esperar de esa alimaña dentada que mordisquea el único original de una obra casi inacabada? Digo bien: inacabada y defectuosa, con esa pureza de sacristía vieja que ofrece la provisionalidad. Espero al menos que esa rata no se cebe en los pasajes más escabrosos, aquellos capítulos biográficos, señalados en negrita, donde Celia se desnuda para el goce de los rijosos.  

    Siento que el invierno es un tentáculo demasiado largo, un brazo mecánico que me atenaza el cuello hasta que logra estrangularme por la técnica oriental del mata-león. Ignoro el motivo por el que confieso mis fobias, ni siquiera sé qué privilegio puede otorgarme saber que soy un amanuense atrapado en un cepo para ratones. Será que Celia está en la ducha, cantando ópera bufa y afeitándose su bigote de mariscal de campo, o puede que este repentino afán mío por descubrir mi elementalidad de pez subacuático, me salga a dos por uno por aquello de las ofertas del mercado. En cualquier caso, sigo al acecho de mi magna obra literaria (en la editorial ya me han dado un ultimátum), pero no puedo ultrajar el armario donde Celia alimenta a la maldita rata con mis propias subordinadas mientras guarda la lencería como una amazona dispuesta a atacar en el último momento con su carcaj y su mala baba. El frío de este mes de enero, por cierto, se cuela entre los resquicios del climalit de la ventana, y puede que hoy mismo termine lamiendo crisantemos en un camposanto invadido de escorpiones y epitafios, pero siempre será mejor fingirse vivo para seguir emborronando folletines con la vieja Olivetti. Creo que el mundo ya me está pidiendo a gritos la Segunda Parte de mis Damas Lisboetas, así que solo tengo que reventar un mueble de tres cuerpos, rescatar mi manuscrito sin atender los requerimientos del enemigo, y salir por patas. La cobardía es la virtud de los más débiles. 

    En el final de toda historia siempre hay un personaje que dobla el lomo como una mucama de plantación cafetera para recoger los desperdicios que han dejado los señoritos y los personajes secundarios en los capítulos centrales, y luego saluda al auditorio creyéndose un rapsoda griego declamando en su teatro de cartón piedra. Celia no está hoy en casa (¡eureka!), de modo que, considerando que mi deseo es inversamente proporcional a la ingesta de licores que contiene mi barriga, voy a levantarme ahora mismo de esta silla, y luego, si el valor me acompaña, me lanzaré sobre el armario con la agilidad de un gato en la noche, y adiós ratita presumida. Todo sea por mi prometedora carrera de escritor de súper ventas.  

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Agustín García Aguado
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Wilma Beatriz Menelik
03 sept, 22:41 h
¡Soy igual que Celia! Bueno, en sus primeros días, claro está. Muy bien escrito, según mi opinión.
Víctor Lázaro Cebolla
07 sept, 08:27 h
Enhorabuena, me ha gustado. A seguir así, suerte!
Naufragoenlaluna
07 sept, 11:43 h
Está muy chulo jij
Williams Nuñez
09 sept, 13:04 h
Simpáticamente bueno!
Jose R.G.
09 sept, 22:52 h
Gran dominio de la prosa. Un placer leer el relato. A seguir escribiendo.
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