«Daniel»

Estamos en el restaurante. Hemos acabado de cenar y estamos con las copas. Hacía 10 años o más que no nos veíamos. Hemos recordado los tiempos de la niñez y juventud y cuando comenzamos a ponernos al día con los últimos años, él coge una servilleta del servilletero y comienza a doblarla. Así me entero que se ha casado y que tiene un par de hijos, su mujer es directora del departamento de inspectores de alimentos del ayuntamiento y el sigue trabajando en el matadero.
Me llaman del trabajo y cuando acudo al lugar. El estropicio es considerable. Todo está patas arriba. Solo los cuerpos están boca abajo y con la nuca destrozada. Como las otras diez veces. Cinco asesinatos dobles, no todos de parejas. Algunos eran amigos ... Pero el asesino sabía que estaban en casa a esa hora. La vida es cruel, en alguno de los casos había bebés en las habitaciones , pero se salvaron de la masacre. Su fijación por las parejas era evidente y sobre todo el ensañamiento era peor con las mujeres.
Ahí está la marca inconfundible del carnicero. Así lo llamamos por su modus operandi. Acaba con las víctimas de modo similar a como los carniceros acaban con las reses. La marca que deja y que hemos identificado en el escenario de todos los crímenes es una servilleta doblada en forma de pájaro. Sé que es él, solo tengo que probarlo.