El amargo cuchillo desgarró más allá del corazón.
Los latidos frenéticos manifiestan el profundo deseo de haberlo soñado todo,
de repente impasibles, alertan de que se está acabando todo.
El impetuoso veneno penetró las entrañas de la mente.
Las amargas huellas hacen del espíritu su estrado,
se aseguran de quebrar, hundir y dejarlo todo paralizado.
El ferviente designio se empezó a extinguir.
Las ideas que antes se abrían paso con ímpetu desde su fuente hasta sus enunciados, empiezan a crear un coágulo, un cúmulo de mundos estancados.
Alguien hirió y alguien curó,
¿Hasta cuándo dependerá mi arte de quien no creó?