Déjame que piense mientras dura este duelo. Soy Alan, tengo 39 años y hoy podría ser un día cualquiera, esperando a que acabase mi jornada laboral, volver a mi casa, ver a mi querida esposa Amelí y nuestra preciosa niña de 6 meses Alba. Llevamos tres años casados, estoy tan enamorado de ellas que mi único deseo es salir corriendo cada día para verlas, pero de repente… Algo está cambiando y sin darme cuenta estoy despidiéndome del mundo, en la planta 93 de la torre sur, donde trabajo de informático. Sé que no puedo volver a verles nunca más. Son unos minutos de incertidumbre por lo que está ocurriendo, siento como se desploma todo en un instante.
Empieza mi gran viaje al lugar donde las almas se encuentran.
Nunca volveré a abrazar a mis seres queridos, sé que todo termina en este momento, mi vida se agota entre escombros y cenizas… Y rezo. Una luz en toda esa oscuridad me lleva al lugar desde donde os envío este mensaje de amor.
No debéis estar tristes, me voy a un viaje largo, en el cielo necesitan informáticos que arreglen los programas de la tierra, cada vez más complejos. Siempre estaré a vuestro lado, el amor no entiende de espacio ni de lugar, un día nos reencontraremos y os diré cuánto os amaba. Hoy quiero enviaros estas palabras, porque la magia existe.
Querida Amelí, dile a nuestra pequeña quien era su papi, con esa dulzura que te caracteriza, mi último pensamiento es para vosotras.
Dile a mis padres que no he tenido miedo. Y no guardéis odio, porque eso solo nos produce dolor a nosotros. Perdonad.
El alma se eleva y nos reúne a todos en un lugar en el que solo existe Luz, amor y verdad.