«Día de excursión»

-Rafa, no me jodas. ¿Dónde está esa impresionante cascada? Tres horas caminando y no se oye agua. Sara está cansada.
-Tranquilo -intervino Sara-. Lo que me preocupa es la vuelta.
-Pero no nos hemos perdido, ¿verdad? -insistió Ángel, enfadado.
-A ver, puede que haya cogido sin querer un camino más largo. Queda muy poco, quince minutos. Palabra de Rafa -afirmó el guía, alzando la mano derecha.
Ángel dedicó a Sara una mirada de desconfianza. Ella, también harta, se limitó a levantar los hombros.
La pareja siguió a la otra pareja, formada por Rafa e Inma. Ellos eran amigos desde que se conocieran en la universidad, ocho años atrás. La relación entre Ángel y Sara existía desde hacía cuatro años, y mucho menos la de Rafa e Inma: él no era de parejas duraderas.
-¿Qué es esto? -preguntó el guía tras quince minutos de caminata. 
Parte de un muro hecho por humanos asomaba entre el frondoso follaje. Rafa se acercó y descubrió una puerta metálica en un lateral. Estaba abierta, manchas oscuras rodeaban el tirador.
-¿Qué haces, colega? -preguntó Ángel.
-¿No tenéis curiosidad por ver qué es? Parece... ordenado -dijo Rafa, animando a Inma a entrar.
Los cuatro entraron. Se filtraba algo de luz por unas gruesas cristaleras en lo alto del techo. Inma se adelantó, usando la linterna del móvil. Al llegar a un pasillo que se bifurcaba, algo impactó sobre su nuca. Era el filo de una hacha, que al desclavarse ocasionó que el cuerpo de Inma cayera desplomado chorreando sangre. Ni Ángel ni Sara tuvieron tiempo a gritar, solo a ver como un largo puñal brotaba bajo sus esternones, solo a notar como la vida se les iba.
Rafa observó todo con gesto de repulsa. Contemplando los tres cuerpos inertes y ensangrentados tirados en el suelo, dijo:
-Hasta el mes que viene no pienso traeros más comida.