«Donde pan se come...»

Las cosas rara vez suceden por casualidad. O no. No lo sé. En realidad no tengo ni idea. El caso es que hace unas horas que mi vida ha cambiado. A decir verdad mi vida cambió hace nueve meses. Cuando conocí a ese imbécil. Aunque la imbécil, ahora que lo pienso, quizá fui yo. Me dejé engatusar. O quizá fue la farlopa. Yo que sé. ¿Quién me mandaría? En fin. Aquí estoy, con una hija que no quería y no esperaba. A ver, sí que la esperaba, claro. Aquella falta en mi regla significaba algo. Y la tripa que vino después. "Que estaba embarazada" me dijo la médica. Menuda lumbreras, para eso sólo hacía falta verme. El caso es que el embarazo fue bien. Salvo porque no quería estarlo, claro, pero la verdad es que la niña no me ha dado guerra. 'La niña', debería buscarla un nombre. Mira que he tenido tiempo. Si es que soy un desastre. Y ahora tengo que ser un adulto funcional. Como lo fueron mis padres. Si me vieran ahora... ¡qué vergüenza! Aunque seguro que me ayudaban. Les echo tanto de menos... La cariñosa seriedad de padre... y la seca dulzura de madre. Tan paciente, tan tranquila. ¿Cómo alguien de Corcos del Valle podía ser tan dulce? Ojalá estuvieras aquí, mamá. Ojalá sea la mitad de buena madre que tú. Ojalá esta niña no tenga que sufrir por culpa de mi inconsciencia. Porque eso es lo que soy, una jodida inconsciente. Hace horas que he dado a luz y aún no sé el nombre de mi hija. ¿Cómo voy a saberlo si estas pastillas que me recetaron me dejan ida?  Creo que deliro de nuevo. Seguro. Si ya lo decía mi padre: donde pan se come, migas se caen. ¡Qué tonta fui!