Efímero - Asrangel17
Asrangel17

«Efímero»

998 palabras
8 minutos
88 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.
Vivo anclado al pasado. Mi percepción actual de la realidad que me rodea se reduce a recordar aquello que ya he vivido. A rememorar situaciones y vivencias mejores. Ignoro el aquí y ahora porque me hace sufrir. Pero cuando echo la vista atrás y me percato de que debo seguir con mi vida presente, me doy cuenta de que los recuerdos también son dañinos.

Veo a un niño mamando del tierno pecho de su madre e inmediatamente proyecto en mi mente los primeros pasos de mi vida. Estos son recuerdos borrosos, confusos, pero igual de maravillosos quizá justo por eso. Mi madre pasando su tiempo libre conmigo. Tenía pocas inquietudes, las típicas de un infante, y toda la vida por delante.

Veo a gente riendo cuando salgo a pasear y recuerdo cuando era joven y bromeaba con mis amigos de cualquier cosa. Teníamos toda la vida por delante.

Veo a parejas que se besan, se abrazan y se dan la mano. Son felices. Se miran a los ojos, se sonríen. Se declaran su amor. Tienen toda una relación y un futuro para ellos solos por delante.

Y lo peor es que en estas cosas que veo y que deberían ser percibidas como algo maravilloso, étereo y orgánico, yo solo detecto dolor por su cambio inminente. Porque todo es finito. La vida tiene un desenlace inevitable y todo lo que hacemos en su recorrido tiene, así mismo, una fecha de caducidad.

De acuerdo, puede que no todo tenga un final tan cercano, tan inmediato como me he atrevido a afirmar. Pero sin duda son finales destructivos. Lo fue mi relación con mi madre cuando esta envejeció y se convirtió en un zombi en vida (el Alzheimer es sinónimo de los peores estragos imaginables; aunque a veces lo envidio, porque padecerlo significa olvidar y yo necesito olvidar). Lo fue también mi relación con mis amigos, que cuando encontraron trabajo me echaron de su vida (aunque es posible que lo justo sea decir que yo también les eché de la mía, ya que cuando me convertí en escritor empecé a dedicarles cada vez menos tiempo). Un final amargo (con sabor a mierda, incluso) fue el que tuve con mi pareja. Recuerdo todo de ella. Sus caricias en mi piel. Los hoyuelos que se le formaban al sonreír. La armonía de su voz. La elegancia de sus pasos al andar. La manera en la que gemía cuando conseguía provocarle un orgasmo. Su forma de decir "te quiero" que sonaba tan sincera y tan infinita. Su cuerpo retorciéndose cuando le hacía cosquillas en los pies. Mi espalda arqueándose cuando sus suaves manos la masajeaban.

¿Sabéis cuando antes he dicho que nada es para siempre? Bien, pues tengo que reafirmarlo ahora: es cierto, todo sendero tiene al final un abismo imposible de esquivar. A mi pareja también la perdí. Me abandonó y se fue de mi lado, dejando solo recuerdos que no deseo, que no necesito y que me hacen sufrir como si de un cáncer termianl se tratase. Pero, de verdad, no puedo olvidar.

En mis primeros años en esta complicada profesión todo parecía ir a la perfección. Tuve algún que otro problema para encontrar una buena editorial que publicase mi primera novela, pero al fin y al cabo yo sabía que eran gajes del oficio. Cuando estuvo impresa y pululando por todas las papelerías del país, cuando me convertí en éxito de ventas, cuando me llegaron ofertas para adaptar el libro a la gran pantalla, fui feliz. Tenía ambición. Estaba redactando el borrador de mi segunda novela y lo hacía acompañado de los ánimos de mi querida madre. De las risas de los sábados por la tarde con mis colegas en un bar de mala muerte que frecuéntabamos para beber cerveza y pasar el rato. Lo hacía acompañado de los besos de mi pareja, de sus palabras de apoyo y de las noches en las que nuestros cuerpos se fundían en uno solo.

Ahora eso es historia. C'est fini, como dicen nuestros vecinos gabachos. Se acabó. Todo lo hermoso es nocivo. Todo lo que parece agradable es un engaño.

Intento sentarme delante de la pantalla de mi ordenador, esa que me daba tantos buenos momentos cuando mi escritura fluía como el agua de un río en constante movimiento. El placentero sonido de las teclas bajo la presión de las yemas de mis dedos. Los pequeños bloqueos, esos breves instantes de pausa antes de retomar la escritura cuando me surgía una buena idea de forma repentina. La necesidad de rellenar esa hoja en blanco y la inmensa calma que sentía una vez el vacío se llenaba con palabras digitales. Y, una vez más, son cosas que pertenecen al negro pozo del pasado. A una boca que quiere deborar mis capacidades de escritura y que amenaza con provocarme un paro cardíaco. Ya no fluye la inspiración ni el tecleo es algo constante en absoluto. Ya no hay bloqueos fugaezes, sino un bloqueo permanente e inmutable ante mi empeño de retomar mi fama como novelista. Y lo más importante y desesperanzador: ya no siento el arrojo de enfrentarme a una hoja en blanco. Me atemoriza ese vacío, esa boca que se abre cada vez más con dientes que parecen cuchillas de afeitar de mala calidad. No quiero seguir escribiendo. Confundo lo que es real y lo que no, el pasado con recuerdos que sin duda he edulcorado para hacerlos perfectos.

Me pasó con mi madre. Me pasó con mis amigos. Me pasó con mi pareja. Confundí la realidad con la mentira. El amor con el mero placer. Y ahora me pasa factura tanta desilusión. Se traduce esto en la locura en la que estoy sumergido por no poder hilar más de dos palabras en una misma oración.

Dicen que hay insectos que nacen y mueren el mismo día. Son animales con una existencia tan pasajera como los placeres de la vida. Tan efímeros como mi sentido de la escritura y mi ansia de amar.
Asrangel17
Mente inquieta e intereses variados. Vivo para la escritura.
Miembro desde hace 3 años.
2 historias publicadas.

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Victoria Nieto Barrios
06 sept, 23:21 h
¡Qué bonito! :)
Asrangel17
07 sept, 10:06 h
Gracias Victoria. ♥️
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