«El ángel guardían»

Mi dueño tenía ceguera achacada a su vejez, él estaba triste, poco a poco, su mundo desaparecía de su vista. 
En ese momento de soledad, angustia y desesperación, nuestros caminos se cruzaron; yo era un cachorro que lloraba sin parar en un contenedor de basura, con gran amor, me abrazó y me llevó con él.

Recibí todos los lujos perrunos que podría pedir, pero, mi mayor regalo fue... Mi nombre, Coco.
Pasó el tiempo, y mi pobre humano ya no podía ver nada, así que confió su vida en mí; él había depositado en mí, un perro callejero, la tarea de guiar sus pasos y librarlo de los peligros que acechaban. E
normemente feliz, desempeñé mi cometido con cuidado, estando atento a todo cuanto ocurría a nuestro alrededor.

Pero... A pesar de haber luchado contra todo lo que se interponía en nuestro camino, un fatídico día, mi humano enfermó mucho. No me dejaban ir con él, yo estaba muy nervioso, nadie me explicaba lo que ocurría... Estaba desesperado.

Al final, cuando las semanas se convirtieron en meses, supe que, mi amado dueño, no volvería jamás a casa.

Llegué a un nuevo lugar, era precioso, espacioso para correr,  con amigos perrunos con los que jugar... 
Pero no quería comer, ni beber... Estaba deprimido... Mi humano, no estaba conmigo.

Entonces, un buen día, me llevaron al cementerio, para que pudiera despedirme de mi antiguo dueño; fue en ese instante, donde sentí algo en la tripa de mi nueva dueña.
Era extraño, porque no podía verlo, pero había algo ahí dentro... Era una pequeña cría de humano.

- Coco, ahora, tendrás que cuidar de ella. -Expresó la mujer feliz.

Entonces, mi vida volvió a tener sentido, porque, aunque mi dueño ya no estaba, ahora tenía otra misión, otro humano al que cuidar.