– No puedo más, resiste.
De repente sonó el reloj.
"Gong"
– Las cinco. Por fin se van.
Cuando abrieron la puerta puse cara triste como haciendo ver la pena que me daba que se fueran. Ellos desde la puerta miraban con ojos llorosos.
Aun oía sus lamentos bajando por las escaleras pero no me importaba, era mi momento.
– Mis dueños volverán pronto, tengo que disfrutar a tope. ¿Qué hago primero? -pensé por un momento.– Ya sé.
Fui a la cocina, abrí el cajón de las chuches, cogí la más grande y veloz fui al sofá. Me subí encima, lo tenía prohibido, lo sé, pero nunca se enterarían. Lo saboree un buen rato. Deje el sofá perdido de migas.
– ¡Dios que maravilla!
De seguido empecé a dar vueltas sobre mi intentando morderme el rabo.
– Otra vez más, esta vez lo conseguiré.
Al final pare.
– Menudo mareo.
Cuando me recompuse di una vuelta por la casa y ¡zas! La habitación de los dueños está abierta.
– ¡Otro caramelito!
Veloz subí sobre la cama pegando botes de alegría. Cuando quise darme cuenta había revuelto entera, así que salí de allí como si nada.
Al rato oí la voz de mis dueños.
– Ya están aquí. Menuda la que he liado. No pasa nada, echaré las culpas al gato como siempre.
– Están en la puerta, a sus posiciones.
Cuando abrieron la puerta ya estaba allí, con carita triste. De golpe empecé a mover el rabo, ellos se pusieron muy contentos al verme y pensé:
– Aprovecha este momento que cuando vean el resto de la casa…pero sabes, que me quiten lo bailao y segi recibiendo frotes hasta que al final…
Je,je,je.
Saludos Insurgentes
Saludos.