«Los últimos ladridos de un mastín»

Soy un perro, un mastín, concretamente. Eso es lo que ha querido que sea el que está ahí arriba si es que hay alguien ahí arriba. Hoy cumplo catorce años, como el hijo de mis dueños, así que han decidido irse a celebrar el suyo. Lo entiendo. El otro día oí decir a mi veterinario que esa era la esperanza de vida media de mi raza. Ochenta, escuche que sería la del hijo de mis dueños. Así que aprovecho para pensar mis últimos ladridos. Ahora pensaréis que le envidio, pero todo lo contrario. Durante estos catorce años he visto a sus padres y el estrés de cada día. He visto como lloraron al perder dos familiares en el 11M, les he visto sufrir por salir adelante cuando, en 2009, ambos perdieron su trabajo. Durante estos catorce años le he visto padecer demasiadas cosas y a mí ninguna me afectaba. En cada uno de esos momentos yo seguía tranquilo. A su lado cuando me necesitaban, pero tranquilo. Así que, en estas, mis últimas palabras, me gustaría pedir un deseo si, además de haber alguien ahí arriba, entiende a los perros. Ese deseo es reencarnarme en pastor belga. O gato, me vale cocodrilo y siempre me han generado mucha curiosidad las jirafas, pero no me reencarnes en humano.