«El apocalipsis del éxito»

980 palabras
8 minutos
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Reto creativo «Escribir es invitar»
🏆 Fantasea sobre la vida de un autor o autora que convierte en best seller su ópera prima.

Toni Marcus lo sabía, sabía todo. De algún modo que ni él mismo podría explicar (o entender), la imagen del mundo arrasado por la misma naturaleza y sus principales consecuencias, fueron cosas que visualizó en su cabeza, soñó, e incluso predijo, mucho tiempo antes de que sucedieran. Aunque eso no sirvió de mucho, porque nadie quiso escucharle ni entender sus planteamientos, llenos de pruebas y teorías basadas en hechos reales que sucedían día tras día, dirigiendo a la humanidad hacia su propia extinción. Él lo llamó "nuestro meteorito artificial", aludiendo al coloso que inició la desaparición de los dinosaurios en el planeta, en contraposición con lo que el ser humano había logrado a lo largo de los años hasta destruirlo todo.

     Escribió un libro, titulado «La versión del director», donde explicaba, con lujo de detalles, ideas, pensamientos y teorías basadas en cálculos estadísticos y matemáticos, que acabaron acercándose en gran medida a lo que posteriormente ocurrió. Y no solo eso, sino también algo que produjo la mofa de sus colegas científicos, como fue la ascensión y dominación del planeta por parte de los anfibios y reptiles, debido a las altas temperaturas, la humedad, y las escasas zonas del planeta con tierra seca y firme. Pero la obra fue ignorada, tanto por el desinterés general como por ser un desconocido, y porque la ficción cercana a la realidad estaba poco considerada en aquella época. Le puso ese título en homenaje a aquellas películas reeditadas por sus directores donde, según Toni, se contaban las verdaderas historias, sin censuras.

Así, dentro del caos global, acogido por una soledad imperiosa y hambrienta de víctimas a quienes engullir hacia su infinito estómago carente de conciencia, Toni deambulaba buscando alimento y cobijo, por tierras de lo que anteriormente era el oeste de Europa, siempre en zonas altas, con la idea de permanecer alejado de ambientes donde los nuevos dominadores del planeta pudieran localizarle. Llevaba varios días apenas comiendo insectos, frutas silvestres y algunas hortalizas que quedaban en pequeños huertos abandonados, cuando encontró una ciudad que todavía no había quedado inundada por completo, así que decidió probar suerte en su afán por sobrevivir y no morir del frío que transformaba la noche en solares de iceberg. Encontró varias tiendas que ya habían sido vaciadas de suministros, hasta llegar a una gran superficie. Quizás allí tendría más oportunidades, además de ser un lugar donde poder al menos instalarse durante un par de noches. En un lateral, había una zona restringida con un vestuario lleno de taquillas en las que los trabajadores guardaban sus objetos personales y se cambiaban de ropa. Allí pudo hacerse con tarteras de comida que no se había podrido, y dulces varios con su fecha de caducidad no muy pasada aún. Deambulando entre locales, fue revisando cada trastienda, pensando que quizás en alguna podría tener tanta suerte como con las taquillas. No fue así, pero dentro de una librería vio que junto a las cajas de pago había una máquina automática de venta de gominolas, bocadillos y bebidas gaseosas. Sacó una barra metálica que tenía en su mochila, con la intención de romper el cristal, cuando oyó un clic a su espalda.

     —Suelta eso despacio y no te muevas, o una balita de mi amiga te quitará el hambre de golpe —dijo una voz de mujer a su espalda.

     — Por favor, no dispares. Tengo más comida en la mochila. Te la puedes llevar, además de la de la máquina.

     —No me interesa, y sé que a ti tampoco. Quieres el libro, pero yo he llegado antes, y he pasado por mucho como para volver de vacío al campamento.

     —¿El libro? No sé a qué te refieres, pero solo estoy aquí por la comida: estoy cansado de comer cucarachas y hierbajos.

     —Buen intento. No eres el primero que intenta engañarme, y te aseguro que estoy aquí sola por algo.

     —Mira, tengo dos libros aquí, y te aseguro que de ellos solo me interesa quemar hojas cuando tengo frío.

     —Sabía que no estabas aquí por turismo. Suelta la mochila despacio y déjala en el suelo.

     Toni hizo caso. La mujer tiró de las asas hacia ella con el pie, se agachó y abrió la bolsa.

     —¡Bingo! ¡Bingo! ¡Sí! Estaba segura de que mentías. No sabes la cantidad de semanas y sangre que han hecho falta para encontrar un ejemplar. No creo en las casualidades, amigo, pero este encuentro ha sido mi mayor golpe de suerte en mucho tiempo.

     —¿Puedo preguntarte qué valor tiene un almanaque de películas de terror? Porque el otro libro no llegó a conocerlo ni mi madre, literalmente.

     —¿Me tomas por idiota? Nunca me han gustado las películas de terror. Es «La versión del director» lo que me interesa, claro.

Sin pensarlo dos veces, y sorprendido por la respuesta, Toni se giró.

     —¿Para qué narices quieres mi libro?

     —Como te acerques, disparo, imbécil. Y ya no es tu libro, porque ahora es mío.

     —Todo tuyo. De hecho es un halago que digas eso, y el mejor reconocimiento literario de mi vida. Nadie jamás había arriesgado ni una madalena por mí, y mucho menos por mis escritos.

     La mujer miró a Toni, y a continuación la cubierta trasera del libro. Con los ojos como platos, repitió la acción, abriendo la boca como si colgara de su mentón una bolsa de piedras.

     —Eres tú. No lo puedo creer. Este es el premio gordo.

     —¿Qué quieres decir?

     —No lo sabes —le miró de nuevo, bajando el arma—. Aquí no solo se cuenta lo que pasó; también cómo sobrevivir, y a coexistir con los lagartos, para entenderlos en lugar de intentar dominarlos. Es la biblia de nuestro tiempo, y tú el mesías. La mayoría de los supervivientes tienen un ejemplar o copias a mano en su petate, y el resto mataríamos por ambas. Deberías venir conmigo, y enseñar todo de primera mano. La gente lo necesita. Te necesitamos.

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Paloma RUIZ DEL PORTAL
08 sept, 18:25 h
Muy bien! engancha, mejor escrito que la mayoría, y bastante original. Enhorabuena
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