«El asesino del bisturí.»
Ambos están exhaustos y deciden desconectar yéndose de escapada rural a Albarracín, ( lo cierto es que desde el momento que pones los pies en este pueblo, tienes la sensación de volver a la Edad Media), el novelista buscando ideas para acabar su último trabajo y su esposa para descansar de su trabajo.
-Cariño, tengo que contarte varias ideas que fluyen por mi cabeza para acabar mi novela, a ver que te parecen.
-Dispara chiquitín, soy toda oídos.
-Me faltan varios flecos, como perfilar quien es el asesino, porqué lo hizo y si es detenido o no.
- Ya casi lo tienes amor mío, lo que no me hace mucha gracia es que la víctima sea una cirujana como yo y para más sorna asesinada con un bisturí.
- Vamos a dormir que mañana tenemos ruta al pico Caimodorro y es de máxima dificultad.
Amanece y Mario está solo en la cama, desorientado, mareado y con síntomas de haber sido drogado; llama a su esposa pero Sara no responde, así que decide salir al jardín a buscarla, sigue colocado y aturdido.
-¡Cariño!, ¡cariño!, ¿Dónde estás?, ¡responde, por favor!. Sigue caminando y en una esquina del estanque ve a Sara tendida en un charco de sangre; ¡no puede ser!, ¡oh dios mío!, esto no está pasando, no es real, es la historia de mi novela pero hecha realidad.
Tembloroso y con las manos ensangrentadas de tocar el cadáver de Sara, coge su teléfono y llama a emergencias. Los sanitarios y la Guardia Civil se encuentran un escenario desolador, el novelista es detenido como principal sospechoso y es conducido al cuartelillo.
-Vamos a ver, no nos haga perder más el tiempo, si colabora, el juez lo tendrá en cuenta y le rebajará su condena.
-No puedo decirles nada, porque yo no he matado a mi esposa, ¿no ven ustedes que alguien me ha tendido una trampa? y encima basando su crimen en mi novela. ¡Esto es de locos!, ¡joder!, ¡no puedo más!, ¡quiero a mi abogado ya!.
-Sepa usted que hasta mañana no viene su abogado y que le podemos retener en calabozos hasta 72 horas antes de pasar a disposición judicial.
Los agentes encargados del caso están convencidos de su culpabilidad, aunque por otro lado les resulta muy evidente y deciden seguir investigando. El sargento Ramírez y la cabo Mendizábal deciden llegar hasta el final sin hacer caso de la evidencia.
-Vamos a ver cabo, ahora mismo nos vamos a la capital del Ebro a interrogar al personal del Central.
-Son las cuatro de la madrugada mi sargento.
-Me da igual, tengo la corazonada de que el novelista nos dice la verdad y quiero dejar este caso zanjado antes de que el juez dictamine sentencia, sabe usted igual que yo que agotado el plazo entrará en prisión y sin fianza.
La sala de reuniones del hospital echa humo, todos están siendo interrogados, cirujanos, traumatólogos, celadores, limpiadoras...
-No estamos rascando nada cabo, ¿Quién nos queda por interrogar?
-El personal de mantenimiento, mi sargento... ¡a que esperamos!, ¡llámelos!
Han pasado todos y solo queda el jefe de equipo, después de muchas preguntas y atando cabos descubren que el asesino es Arsenio, jefe de mantenimiento del Central.
Lector compulsivo, amigo íntimo del matrimonio y amante de Sara, había podido leer el manuscrito aún sin terminar por medio de la cirujana; harto de no poder disfrutar de ella para él solo, decidió seguirles a Albarracín y quitarla la vida, (Sara no quería dejar a su marido), envidioso y lleno de ira, decide perpetrar el crimen basándose en la novela de Mario y así despistar a la Guardia Civil, quedando libre de toda sospecha y cayendo toda la culpa sobre el escritor.
Pero falló en lo más importante, como su coartada era tan buena, no se deshizo del arma homicida, ( un bisturí que fue encontrado en su taquilla), prueba determinante para su detención y posterior ingreso en prisión.
-Don Mario, perdone usted por el trastorno que le hayamos podido causar, pero entenderá que todas las sospechas recaían sobre su persona, váyase a casa con los suyos, sentimos mucho lo de su esposa.
-No me puedo creer que esto haya ocurrido, mi novela "El asesino del bisturí" llevada a la realidad, todavía no me lo creo, pienso que Sara va a entrar por la puerta de casa con su sonrisa inseparable y su bondad infinita.
-¡Hasta siempre cariño mío!, ( esparce sus cenizas en el Ebro a su paso por la capital maña, con la Basílica del Pilar como testigo), a pesar de tu infidelidad... te hubiera querido igual, espero que Arsenio se pudra en el infierno.
¡Mierda de vida!
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