Alguien hizo sonar el timbre de la casa de manera estridente, haciéndole parar el corazón del susto. A regañadientas, fue a abrir a la persona que había interrumpido su momento de concentración e inspiración total. Recorrió el pasillo a oscuras hasta llegar a la puerta principal de madera pesada. Pero, al abrirla, un pequeño hombrecillo vestido con ropajes y sombrero extraños además de unas orejas y nariz puntiagudas lo estaba esperando. Cerró la puerta de golpe, asustado de repente y, no solo por el hecho de que un acontecimiento así te pase, sino porque creía conocer a ese ser. Fue corriendo a su habitación y leyó en su ordenador la última oración que había escrito. Sus palabras exactas habían sido:
“Y, al abrir la pequeña puerta de madera débil del árbol, se encontró con su gran amigo el elfo Diantry, vestido de verde con ese sombrero ridículo, y la nariz tan puntiaguda como sus orejas típicas de su raza.”
Se lo había imaginado exactamente así. Una voz aguda y sin apariencia humana le gritó:
-¡Jeff! ¿Qué te pasa? Ábreme la puerta, ¿quieres?
Temblando, fue con pasos cautelosos hacia la entrada y miró por la mirilla. Pero el extraño elfo había desaparecido y, en su lugar, estaba su hermana Madelein, a quien ahora escuchaba con su voz cuotidiana, sin ningun rasgo similar a la voz anterior. Le había traido comida saludable para que se alimentara bien de vez en cuando y, le hizo darse cuenta de que no había dormido en toda la noche.
En una hora ella se fue, y Jeffrey decidió ir al bosque a relajarse con el ordenador para encontrar otra vez las grandes ideas. De camino, fue pensando en la idea principal de su historia. Un gran mago y su amigo elfo han leído una leyenda que habla de una piedra llamada Litania. Quieren conseguir la rica piedra con la que se podría curar cualquier enfermedad, y saben que un amigo humano del elfo que frecuenta el bosque tiene los mapas de todos los tesoros dentro del sofá, un lugar muy singular para esconder algo tan importante, pero donde seguro que nadie buscaría. Después de mucho insistir, él se lo acaba dando. Pero, el rey de los bosques reclama la preciada Litania como suya, mandando a sus magos a perseguirlos. Ellos intentan huir… Pero Jeffrey no sabe cómo acabar su historia. Siempre ha sido muy organizado, como un buen escritor debe ser, nunca escribiendo sobre la marcha, pero ahora está atascado.
Por fin bajo su árbol favorito, abre el ordenador y empieza a pensar. Pero, alguien detrás de él, con la voz que escuchó esa mañana detrás de la puerta, grita:
-¡BU!
Él chilló levantándose del susto. La criatura empezó a reír de una manera que producía un dolor en los oídos insoportable mientras que el escritor empezó a titubear sin saber cómo reaccionar.
-Jeff venga, no te alarmes, si siempre te recibo de la misma forma. Deja ese aparato del diablo y proporcióname el mapa que necesito, somos amigos, sabes que no usaré la piedra de una forma inadecuada.
-¿P-perdone? ¿A-a-migos?
-Sí claro, ¿quieres venir hoy a casa de Nersdy el mago a comer?
La criatura extraña empezó a caminar dando por sentado que asentiría a su propuesta. Comieron los tres juntos como si fuera un evento cuotidiano estar en una misma mesa un humano, un mago y un elfo.
Jeffrey se fue a casa ya de noche, contento de la tarde que había vivido ese día. Al llegar a casa se sentó en el sofá, cansado de repente y, un pensamiento extraño pasó por su cabeza, todo lo que le estaba pasando era exactamente igual que la trama de su libro. Y entonces fue cuando abrió los ojos de una manera que hasta le dolió, pero la idea que se le ocurrió merecía tal reacción. Se levantó y subió la base del alargado sillón. Dentro, había una cavidad grande y oscura, pero no solo eso; estaba llena de mapas. Rebuscó entre ellos y, efectivamente, en uno de ellos, con una caligrafía trabajada y de estilo antiguo que era difícil de leer se había escrito: “Mapa para encontrar la gran piedra Litania”. No podía ser, ¡era la piedra que buscaban sus nuevos amigos! Corrió y corrió hasta llegar hasta la extraña casa dentro del tronco de un árbol del mago. Cuando les enseñó su hallazgo, decidieron irse al momento, pero, al salir, se encontraron con los magos negros enviados por el rey que querían esa piedra preciada. Intentaron huir con los perseguidores a punto de atraparlos. Él ya no podía predecir qué iba a pasar. Sus pies no se paraban de mover, desobedeciendo a su cerebro que les pedía a gritos que no lo hicieran tan rápido. Las ramas de los árboles les arañaban las partes descubiertas del cuerpo. Estaban cansados y heridos, pero, no podían parar. Hasta que se encontraron con un gran acantilado ante ellos de donde no se veía aparente final, sino una oscuridad tan espesa que parecía ser tangible.
-Vale, ahora os voy a hacer volar conmigo, tranquilizaros.- Dijo su amigo el mago. Se cogieron de las manos. Jeffrey no dudó ni un momento de que su historia estaba pasando de verdad, que existían los elfos y él era íntimo amigo de uno, de que los magos eran reales y tenían poderes... Así que no dudó. Se cogieron de las manos y el mago los hizo volar. Pero, de repente ya no había nadie a su alrededor. Estaba solo. Agitando las extremidades. Cayendo. Gritando.
En una de las páginas del periódico del día siguiente se podía leer.
“Ayer día 18 de abril, el cuerpo del gran escritor Jeffrey Hanstons fue hallado sin vida en un gran barranco de dentro del bosque. Todos los indicios indican que huía de alguien o algo, pero no hay pruebas de que nadie lo empujara por el precipicio ni tampoco de que lo persiguiera. La policía está investigando los acontecimientos.”