No hay día que no recuerde ese maldito momento en el que di a aceptar y mandé mi historia al concurso literario. Fue un acto irreflexivo, nunca pensé en ganar nada, es más, siempre había creído ser una persona carente de talento a la hora de contar nada, ¡ni los chistes que contaba hacían gracia!, pero por esas ecuaciones incompresibles gané el concurso y lo todavía más increíble, fue un éxito de ventas.
En poco tiempo me vi engullida por un torbellino difícil de controlar, entrevistas, firmas de libros, redes sociales, club de lectura, tertulias literarias…algo que no encajaba en la anodina vida que había llevado hasta entonces como dependienta de una pequeña librería en un barrio de la periferia de Madrid. Pero lo peor de todo, eran las visitas inesperadas que había empezado a tener. Los personajes del libro me habían empezado a acosar, se presentaban cuando menos lo esperaba pidiéndome todo tipo de explicaciones.
Marina, la protagonista femenina, fue la primera en aparecer. Se presentó de repente, totalmente indignada acusándome de haber caído en el tópico de todas las novelas románticas. Macho alfa, asquerosamente rico, triunfador, guapo.
—¿Y yo? ¿Tenía que ser la ingenua becaria que cae rendida a sus pies? ¡Vamos! No me has dado ni una oportunidad.
No daba crédito, miraba boquiabierta a Marina, un personaje que yo había inventado. Ella hablaba y hablaba con sus preciosas mejillas arreboladas por la pasión de su discurso.
—¡Pero en que estabas pensando!— seguía cada vez más alterada. —Fui la primera de mi promoción, fundadora de la revista de la universidad, tertuliana habitual en varios programas de televisión…pero si podría haber dirigido yo la empresa!!
Marina me miró con sus enormes ojos azules, noté algo parecido a la pena pero en una fracción de segundo se recompuso y con un gracioso chasquido de lengua desapareció igual que apareció.
Pasé unos días raros, como en estado de shock, fue algo tan real que no sabía que pensar. Estuve tentada a visitar a algún especialista por si me estaba volviendo loca. Al final, lo atribuí al cansancio por la ajetreada vida que llevaba y no le quise dar más vueltas.
En una de mis interminables sesiones de firma de libros, se acercó una escultural mujer. Sus sinuosas curvas tenían hipnotizados a la mayoría de personas que esperaban con uno de mis libros entre sus manos. Acercó tanto su cara a la mía que pensé que me iba a besar y con una sonrisa que podía hacer que se fundieran las luces me dijo:
—Gracia cariño—
Se alejó dejándome temblando el resto de la firma. Era Casandra, la ex del protagonista de mi libro. Habían vuelto las alucinaciones, la cosa pintaba mal.
A la salida del evento, iba tan absorta en los últimos acontecimientos, que no me di cuenta de que una divertida Casandra caminaba a mi lado.
—Nunca te estaré lo suficientemente agradecida por lo que hiciste por mí. Me quitaste de encima un capullo integral, ¡no sé cómo había podido estar tan ciega! Mi marido, perdón, mi exmarido, era la persona más engreída, egocéntrica y egoísta que he conocido nunca, pero lo mejor de todo, es que era rico. Me has hecho un gran favor, ahora soy una mujer segura, inteligente, independiente y estoy como un tren gracias a los retoquitos que el me pagó.
Su risa y su sensual taconeo se alejaron por un callejón —¡Adiós chata, llámame cuando quieras!— Me quedé embobada mirando sus pelirrojos rizos cayendo en cascada por su espalda mientras sentía un hormigueo extendiéndose por mi piel. Era algo absurdo, porque todo era producto de mi imaginación, realmente necesitaba ayuda.
A Casandra no he vuelto a verla, Marina se presenta cuando menos la espero, casi me he acostumbrado a sus continuas quejas, que si he matado sus ilusiones, que si su futuro profesional está ahora a la sombra de un hombre, que si soy una pésima escritora, bla, bla…me vuelve loca pero es tan graciosa y dicharachera!
Volvía a casa después de una reunión con mi editor, estaba presionándome mucho para que le presentara un avance de mi nuevo libro y ya no sabía que excusa poner. Al llegar a mi casa lo encontré, tal y como lo había imaginado. Impecablemente vestido con un traje de corte italiano, hecho a medida, que resaltaba su ancha espalda y dejaba a la imaginación su impresionante y perfecto torso. Se paseaba por el salón fingiendo interés por los objetos de decoración, pero en realidad miraba su imagen reflejada en la vitrina. No articuló ni una sola palabra, me miró con sus felinos ojos verdes y sentí como el suelo se derretía bajo mis pies. Un intenso aroma a madera y sándalo se introducía por cada poro de mi piel. Con suma delicadeza me atrajo hacia él y colocando una mano en mi nuca me besó. Fue la noche de sexo más intenso que he vivido nunca o que he imaginado…
Desde ese día, apenas salgo de casa. Tengo momentos de confusión, miedo por seguir con las alucinaciones y deseo por que vuelvan. Mientras tanto sigo escribiendo. Estoy a punto de acabar otro libro, esta vez de misterio donde la vida del autor corre un grave peligro. Solo espero poder acabarlo.
