Peter, sabes que llevaba días trabajando en la presentación del que iba a ser nuestro producto estrella para los nuevos inversores. Sé que sabes que por eso estaba tan irascible y discutía por todo, lo siento mi vida.
Maya estará ahora vestida de Dorothy. Desde anoche sus ojos brillaban de felicidad por participar en la función del Mago de Oz. Esta mañana no paraba de mirar su vestido, que después de todo no te había quedado tan mal. Que no pierda ese brillo en sus ojos.
Mientras la dejaba en la puerta del cole, me decía que sabía que era una sorpresa, y que aunque le dijera que no podía ir, sabía que al salir al escenario me iba a ver en las butacas, sentada a tu lado.
Le dije que tenía prisa por llegar al trabajo, que tú grabarías la función y podría verla luego. Le di un beso en la frente y pisé el acelerador para llegar a tiempo a la oficina. Dale siempre dos besos, para que uno sea el mío.
Peter, que Maya no piense que me he rendido. No he parado de luchar por estar con vosotros. He bajado y subido escaleras buscando una salida, pero el humo es irrespirable y mi cuerpo está muy débil. Enséñale a no rendirse nunca, que luche hasta el último aliento.
No cometas mis mismos fallos, mi vida. No des prioridad al trabajo o al dinero. Yo no puedo volver atrás, pero tú tienes la oportunidad delante. Ver crecer a Maya, ayudarla y sostenerla cuando necesite tu hombro. Dile que vaya siempre por el camino de baldosas amarillas, que aunque no sea recto, es el más brillante. Te amo mi vida.
Como en los últimos veinte años, Peter paró la grabación y le dio dos besos a Maya.