EL CAMINO DE LAS DAMAS - Jlespanas
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Jlespanas

«EL CAMINO DE LAS DAMAS»

996 palabras
8 minutos
91 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

La mañana amanece fresca pero agradable. El canto temprano de los gorriones lo han despertado de buena mañana. Toma un café bien cargado y unas tostadas de pan con aceite de oliva y se dirige a su cuarto de trabajo, una habitación con un buen ventanal, luminosa y amplia, con espacio suficiente para sus numerosos libros, perfectamente ordenados en unas estanterías de madera lacada.

Coge su Montblanc, la que le regalaran, años atrás, por su cumpleaños, su esposa y sus dos hijos, a quienes tanto quiere. Juan Colina sigue siendo uno de esos escritores de la antigua escuela, de cuartilla y pluma estilográfica.

Tiene entre ceja y ceja, desde hace unas semanas un guion para su próxima novela. Quiere intentar plasmar sobre el papel aquellas horribles vivencias que padece, nada más coger el sueño (esa es, al menos, su percepción). Se despierta frecuentemente, entre gritos de congoja, empapado en sudor frío y Esther le dice: “Otra vez esas horribles pesadillas, Juan, tenemos que tomar una decisión, ir al médico, por ejemplo”; a lo que él contesta que no es necesario, que ya ha pasado todo, que se duerma tranquila. Al rato, rendido, entra en una nueva fase, como de narcosis hipnótica y sin darse cuenta, aparece en medio de la vorágine de otra batalla de la Gran Guerra. Jean Coline es su nombre, Capitán en el 18 Regimiento de infantería del 18 Cuerpo de ejército francés. Es el 16 de abril de 1.917, la nieve no deja de caer, el frío atraviesa los uniformes “azul horizonte” de esos hombres que llevan días en las trincheras de primera fila, a la intemperie, esperando el gran ataque, “la der des ders” les habían hecho creer (“el último de los últimos” ¡qué ironía!) … Son las seis de la mañana. Jean hace sonar su silbato con vigor, sube el primero por la escalera de madera que le conduce al campo de batalla, los “poilus”, adormilados y ateridos de frío le siguen. La tierra de nadie es un desértico paisaje lunar embarrado, Los agujeros de las bombas están llenos de agua a medio congelar. Algunos soldados caen y se ahogan, los demás siguen, como pueden, a su oficial, bayoneta calada, mochila a la espalda (con comida para seis días, ¡20 kilos de pertrechos!), manta, enrollada en la tienda de campaña en el torso, pala en un lateral (tan socorrida), para cavar trincheras, pero utilizada, frecuentemente, como arma en el cuerpo a cuerpo con los “boches”, y veinte granadas en el morral… ¡Cuánto peso para desplazarse por aquel barrizal! De pronto, desde las colinas que se alzan ante ellos, las “Maxim 08/15” alemanas comienzan a hacer estragos y a sembrar un rosario de desolación y muerte. Su traqueteo, inconfundible, siembra terror entre las tropas atacantes. Los fusileros del “Kaiser”, tampoco ahorran municiones ni bombas de mano. Caen los asaltantes, uno tras otros. El fuego de artillería de los días anteriores no ha alcanzado las líneas enemigas, distorsionado el ángulo de tiro por el mal tiempo atmosférico. Parapetados en sus búnqueres de hormigón, los alemanes dominan la planicie desde tan privilegiada atalaya. Un diluvio de fuego y muerte se abate sobre los franceses. Jean ordena entonces la retirada.

De pronto, sobresaltado, ve cómo Esther le tiende un vaso de agua: “Anda, Juan, bebe, que tenías otra pesadilla y estás sudando.” …

Sigue escribiendo. Fluyen las palabras. Las ideas dejan de ser ideas, él ha estado allí, y tiene el deber moral de contarlo tal y como lo ha vivido, como lo ha sentido. Aquellas atrocidades, esa carnicería sin sentido en el “Camino de las Damas”, los ataques a pecho descubierto, repetidos una y otra vez, esa gran ofensiva ideada por el obtuso y orgulloso General Nivelle, que vio desintegrarse tantos regimientos de jóvenes franceses (padres de familia, hermanos, hijos, que no volverán a ver el campanario de la iglesia de su pueblo natal, que no respirarán nunca más el aire limpio de las bellas tierras de Francia). …

Y escribe, y escribe, y solo para de cuando en cuando para beber un vaso de agua, pues en Castilla, en agosto, caliento de verdad, y retorna a sus cuartillas, y sume su estilográfica en el tintero para recargarla pues la vacía rápidamente, página tras página…

Y una noche más, el sueño, ese sueño repetido, tan real, tan agónico. Le han ordenado, de nuevo, tomar la meseta de Craonne, tras los fracasos anteriores que tantas bajas han producido. Jean se acuerda, al despertarse, de uno de los versos de la canción que ha oído en Villers sur Fère, durante tan merecido reposo: « C’est à Craonne, sur le plateau, qu’on doit laisser sa peau… » y que cantaban aquellos amotinados que se negaban a volver a primera línea sin haber cumplido antes su periodo de reposo, íntegramente, ganado con sangre, sudor y muerte. Pero Jean no es de esos militares que discutan las órdenes, es más, ni tan siquiera las cuestiona. Bien es cierto que su unidad ha perdido, durante el último asalto a las posiciones fuertemente fortificadas de los alemanes, nada más y nada menos que veinte oficiales y ochocientas veinticuatro soldados: visualiza brevemente, su punto de partida, muy desfavorable, de abajo hacia arriba, el terreno embarrado, la lluvia, la nieve, las temibles defensas enemigas. Pero es un oficial de la Escuela Militar de Saint-Cyr. Obedece y ejecuta. “Es en Craonne, sobre la meseta, dónde debemos dejar nuestro pellejo…, “Bah, solo es una canción, piensa” …

Salen de la trinchera. Él en cabeza, como siempre lo ha hecho. Avanzan unos metros. Se desata el infierno. Salta de agujero en agujero. « ¡En avant, mes braves! », “¡adelante, mis valientes!”. Explosiones atronadoras, disparos, cuerpos mutilados, pechos reventados por la metralla, sangre a borbollones, heridas de bala que cercenan vidas… Siente un fuerte pinchazo en el costado izquierdo. Brota la sangre. Se derrumba.


“Juan, despierta, Juan…”


El forense escribirá en su informe: “Muerte por paro cardíaco. Presenta herida cicatrizada en costado izquierdo, compatible con antigua herida de bala…”.

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Silvia Guimard
06 sept, 19:06 h
La vida es un sueño , y los sueños , sueños son. Me ha gustado.
Jl
Jlespanas
06 sept, 19:51 h
Los hechos históricos, lugares, fechas, etc. son históricos. La historia narrada, solo fantasía.
Me alegro que te guste, Si quieres algún detalle complementario de la famosa batalla de la "ofensiva Nivelle", estoy a tu disposición.
Saludos.
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