Mi vida ha sido una competición, siempre he tenido que luchar por todo, por cualquier cosa, todo lo que he conseguido ha sido a base de luchar y luchar, nadie regala nada.
Recuerdo constantemente lo que me decía mi padre, “en esta vida, todo, se consigue con sangre, sudor y lágrimas y lo que tú no consigas, nadie lo hará por ti”, estas palabras, resuenan en mi cabeza desde que tengo uso de razón.
Sé que la vida es dura y hay que ganárselo día a día y yo, no paro de luchar, mi anhelo, es triunfar en lo que hago y que un día, se reconozca mi trabajo.
Me gusta escribir, llevo años haciéndolo, esforzándome por hacerlo cada día mejor. Estudiando técnicas de redacción y siguiendo a los maestros que tengo como referentes.
He escrito tres novelas, en ellas, he puesto toda mi ilusión, he disfrutado escribiéndolas, me he metido en los personajes de cada una y he vivido intensamente las sensaciones como si fuera yo mismo el que las protagoniza. Es la experiencia más enriquecedora y satisfactoria, vivir experiencias y aventuras creadas por ti mismo. Es alucinante, vives el contexto que quieras y en la época que quieras, las emociones, peligros, miedos, alegrías, amores, situaciones sin límite y cada vez que he acabado una, es como si hubiera parido un hijo.
Yo siempre voy con la misma ilusión, se instala en mí el optimismo y me encamino a las editoriales como un niño con su juguete nuevo, dispuesto a enseñarlo y compartirlo, quiero que todo el mundo disfrute igual que yo, de algo que he creado y después de presentarlas, siempre me dicen lo mismo, que les falta fuerza, que carecen de convicción, otros, me dicen que sí, que parecen buenas, pero les falta algo, nunca concretan qué les falta, la ambigüedad reina en sus críticas y al final, me dan largas, ni siquiera me las publican, no me dicen abiertamente que no, pero lo noto en sus caras, esa desgana que se filtra sin querer y que detectas instintivamente.
En algunas ocasiones veo en televisión jóvenes que no pasan de veinte años, que dicen haber escrito libros y hablan con la experiencia de catedráticos, del éxito apabullante tras su publicación y el aluvión de millones de seguidores a través de su página web.
Y lo dicen así, ¡tan frescos!, ¡como si tal cosa!, me quedo de piedra, por la aparente falta de interés, con que se expresan, por la insultante frialdad, esa desgana que parece que está por encima de todo ser viviente, como si para ellos fuera, coser y cantar, ¡qué falta de respeto!
Para mí, el esfuerzo por conseguir algo es otra cosa, es como la primera losa de algo grande que vas a construir, es como tu hijo, al que cuidas día a día para que no caiga enfermo y te desvelas por conseguirlo, es esa casa, que estás construyendo ladrillo a ladrillo, día tras día y poco a poco vas viendo crecer, ves, como se va desarrollando y cuando ya la tienes creada, ves reflejada en ella, todo el esfuerzo, toda la actitud, todo el sufrimiento, todos tus desvelos y un valioso tiempo invertido. Eso, para mí es luchar por algo, pero desgraciadamente, por mucho que me esfuerzo, no consigo nada.
Todo este esfuerzo, toda esta lucha, todos los desvelos, la letanía de mi pobre padre que quedó inscrita a fuego en mi cerebro, se vienen abajo de golpe, cuando veo estas cosas, cuando veo esta injusticia, este sinsentido de una sociedad, que parece que premia lo inane, lo más frívolamente comercial y dan valor a un trabajo en el que la creatividad y la experiencia, brillan por su ausencia.
Confieso, que, en muchas ocasiones, por miedo al fracaso, he pensado en abandonarlo todo, en tirar la toalla, en emplear mi tiempo en algo que merezca la pena, aunque no sea valorado por nadie, ya me basto yo, para valorar mi trabajo, en darle valor a mi vida, no necesito a nadie para saber lo que requiere esfuerzo y dedicación en esta vida.
Desgraciadamente vivimos en una sociedad en la que parece que necesitamos constantemente la aprobación de los demás, que necesitamos el permiso de los demás para vivir y si no cumples las expectativas te repudian, te rechazan como si fueras un apestado, abandonándote a la mediocridad, al color gris de una subsociedad invisible que se deja la vida día a día por sobrevivir, pero siempre en un estrato anodino, imperceptible, inapreciable, dentro de una sociedad competitiva hasta la médula.
Desafortunadamente, esta pugna por sobrevivir, en esta colectividad devastadora de ilusiones, se ha llevado a muchos por delante, muchas personas no lo soportan, son débiles y unos han abandonado, otros se han ido, incluso de este mundo…
Y mi pregunta es: ¿hay algo tan importante en una novela, en un proyecto, en un trabajo, que merezca la pena morir por ello?, ¿es mas importante un proyecto de vida, que la propia vida?, pues yo creo que no.
Sí, sé que he tenido bajones y he estado al borde de la depresión, pero no por ello voy a tirar la toalla, no tan pronto, no sin antes luchar y sufrir, sangre, sudor y lágrimas, como decía mi padre, pues, ¿en que se diferencia esto de una guerra?, no hay tanta diferencia ¿verdad?, después de todo, una guerra es eso, sufrimiento…
El hombre es un ser que necesita el reconocimiento de los demás, eso nos inculcan desde pequeñitos, desde que eres un pueril colegial, desde ahí, se empieza a mamar.
Por supuesto que no voy a dejarme vencer por este bache, no voy a darles ese placer, después de esta caída vendrá otra, pero voy a levantarme y después caeré de nuevo y me volveré a poner en pie y con el orgullo de una raza de luchadores, seguiré adelante intentándolo de nuevo, seguiré escribiendo, hasta que se seque la tinta y como dijo Escarlata O´hara, en “Lo que el viento se llevó”, ¡a Dios pongo por testigo, que nuca volveré a caer, triunfaré y conseguiré lo que me proponga!