El hombre de ficción. - Iria Barcia Sánchez
IS
Iria Barcia Sánchez

«El hombre de ficción.»

998 palabras
8 minutos
95 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

EL HOMBRE DE FICCIÓN


No sería un gran final quedarse inmóvil y ver que éste es el fin de la historia. “This is the end”. Y a todo final corresponde una pregunta: ¿ qué hacer?...

¡No! ¡No escribas el hombre de ficción!, me decían las voces interiores; ¡sí!, ¡hazlo!, es tu destino. Habla de ello, sólo por una razón: nadie lo hará en tu lugar. Es terrible: nadie lo hará.

“This is the end!”: un grito admonitorio convertido en leitmotiv pulverizador, un desafío vertido en mitad de la página en blanco.

¡Toma nota del final!: ¿ qué hacer con una opinión indistinguible?, ¿ qué hacer con una opinión intimidatoria o fulminante?, ¿ qué hacer con un hombre de ficción?...

No se puede golpear a un hombre de ficción, ni se puede gritar su nombre, ni le puedes pedir que hable por teléfono. No se puede descongelar el pasado, no se puede hacer nada para suprimir el dolor...

Enquistado en la mente de la escritora, un trauma precisamente “de escritor”, comenzaba a hacerse gigantesco y a traspasar el límite de las aflicciones fantasmales para imponerse en la realidad, sobre la mesa de una mujer literaria y literalmente en crisis, angustiada por un motivo aparentemente insignificante.

No se puede buscar a un hombre de ficción cuando cualquiera sabe que lo ficticio no es tangible ni se encuentra disponible … Empezaba a intuir que mi personaje estaba perdido, que se había alejado voluntariamente de mí a fin de evitar algún peligro.

Hasta la saciedad hemos sido falsificadores de una dialéctica inexistente: yo he inventado diálogos y movimientos hacia ti, y tú has hablado a las paredes sobre mí, por si tenías la suerte de ser víctima de alguna escucha.

Te busqué, hombre de ficción, primero en lugares donde nunca había estado, recalando en insólitos escenarios, vetados a los mediocres. Hoy te he buscado en el único sitio en el que de verdad estás: mi imaginación, ¡pero tampoco estabas!... ¿y en el fin del mundo?, ¿estarás allí?

Nunca he estado en el fin del mundo, pero como todos los lugares prohibidos, se intuye un viaje absurdo o sin retorno, ¿harías tú ese viaje por mí?

… Incompleta, rivalizo hoy con mi pasado de éxito, agonizo en esa atroz rivalidad, estéril, inútil del todo, ¿ cómo voy a enfrentar el día de ayer con el de hoy; un mundo enterrado y otro alzado?

Desimaginando mi identidad, rindiendo culto a la reliquia de mi vida pasada, me encuentro exactamente igual que el día de ayer: estancada y comparándome con mis propias fotografías, en las que parezco ilesa, imaginativa, aunque inexperta...

Eres irregular, artificial y he advertido en ti una viveza hiriente. El raro espacio en el que estás, perdido, está lleno de actividad y tengo miedo de cruzar un muro para sentir la bofetada de tu electricidad.

Mejor llámame por teléfono, da señales de vida y este ordenador portátil dejará de escribirte y de destellar; al fin y al cabo sólo hace falta un teléfono . ..

…Sólo una imagen última: verte frente a mí, eso es todo. ¿Acaso no es la imagen el modo más potente de saber de ti?, ¿o dirían los detractores de la imagen lo contrario?... ¡malditos detractores de la imagen!

Sin rastro de él, de mi mejor personaje y habitual protagonista de mis relatos, le busqué en los confines de lo conocido, en el territorio de la ficción, en un escenario extraño e inquietante para mí. Pero no estaba allí, había desaparecido en un gesto ofensivo y desdeñoso más. Pero, ¿a dónde había ido el hombre de ficción?.

De nuevo me veía frente al final, crudo y desapacible, sin adornos; indeseable y drástico, ¡tal y como son los finales de ficción!; un flechazo certero atravesando mi literatura, un desafío clavado en las páginas del cuaderno, un grito accesorio.

Consistirá, probablemente, en tu encuentro, tal vez tu destrucción, o la destrucción de ambos.

Mi único afán era que el hombre de ficción apareciera para poder terminar mi relato. Su desaparición espontánea dejaba sin terminar mi obstinado trabajo. Se había esfumado, poniendo freno a mi pretendido y deseado final.

¿Y tú, si fueras escritor, sobre qué escribirías?, ¿vivirías en un piso de novelista?, ¿causarías sensación?, ¿me llamarías de madrugada cortándome la respiración y anunciando tu nuevo texto? ¿Sabes una cosa?: ¡no podrías escribir el final! Ninguno podemos hacerlo.

Estamos él y yo, hombre de ficción y escritora, resumidos, abreviados, miniaturizados en este relato. Pero incluso estas páginas resultan un desencuentro y cualquier intento de explicación de lo nuestro resulta pobre, mínimo, falaz, irremediablemente inauténtico, opaco, y, además, una mutilación del pasado y de la realidad.

Esto somos: un autor y su antítesis, un hombre real y otro construido. Un autor y un personaje, un hombre y su contrario. Un tipo de carne y hueso y otro inventado.

El final no era lo que esperábamos, pero era todo lo que teníamos. Estamos destinados a la frialdad, a la congelación y al irremediable derribo de este imperio literario.

El hombre de ficción me había robado mi historia. Se había ido. Su desaparición como personaje, significaba ¡mi final como escritora!. Entonces entendí que el hombre de ficción había huido de su muerte de ficción, planeada por mí, dejándome sin el final de mi historia. No podría matarle si no le encontraba. La ficción me había golpeado inesperadamente y me había ganado la partida.

El final (the end): se acabó. Llevaré mi vestido azul y grandes gafas de sol. Los mejores finales son los menos efectistas, los que te recuerdan a algo. Los mejores finales son así. Haré un gesto lanzando el pelo al aire con la mano. Tendremos nuestro final de ficción, ¡congélalo! ¡quédatelo!, y podremos mirar para otra parte. THIS IS THE END.


Nota final: ni inelegante, ni ridícula, ni vulgar. Nuestra despedida no habrá sido nada de esto; habrá sido sólo necesaria. Un gran estruendo cerrará para siempre el plano azul que engulle tu desaparición.

Quédate con el recuerdo de aquella demolición. Quédate con la última sensación que te hiele las venas.
IS
Iria Barcia Sánchez
Miembro desde hace 3 años.
3 historias publicadas.

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Vi
Villalba
03 sept, 10:58 h
Esto es, sin duda, para todos los románticos que viven la vida de historia en historia. Y que no desean otra cosa que escapar de la realidad y pertenecer a una ficción.
Am
Amurielb
03 sept, 23:40 h
Enhorabuena. Tus frases tienen fuerza.
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