Yo sólo soy un ayudante del pastor
no tiene a nadie que se ocupe de eso.
Me llevo a las ovejas de excursión
y en prados y montes gozan un montón.
Ellas saltan, comen y juegan
y yo las canto para que no tengan pena.
Pues echan de menos a su buen pastor,
pero reconocen que yo les canto mejor.
Ellos me cuentan sus inquietudes, sueños y manías,
y lo hacen libremente sin darles chucherías.
Se sienten libres en el campo
igual que las ovejas pastando.
Sólo usando bien mis orejas,
me entero de más cosas que las viejas.
Ahí radica entonces la diferencia,
en escuchar con atención y paciencia
todo lo que nos dicen los niños
desde su emoción e inocencia.
No les rapto yo, sino que vienen a mí
porque soy un refugio al que acudir.
Personalmente maja, me parece muy triste
Y así, acogiendo y haciendo de confesor,
me toman por bandolero y capturador,
cuando realmente padres y familiares
deben cuidar bien sus hogares...
Viva la poesía!
Saludos Insurgentes