EL ESCRITOR, EL PINTOR Y SU MUSA.
Vivo en Madrid, pero soy natural de Almedina, pueblo del que también fue natural el gran pintor renacentista discípulo de Miguel Ángel, “Fernando Yáñez de la Almedina”.
Mi oficio: Escritor, me suelo inspirar a veces para mis novelas en la riqueza pictórica del Prado. hoy he pasado horas contemplando el cuadro de mi paisano que cuelga en una de sus salas: Santa Catalina. Me pregunto quién sería la modelo que posaría para este estupendo cuadro, desde el lienzo parecido hablarme y sonreírme, por lo que salgo del museo dispuesto a escribir un libro sobre ella.
La pandemia en estos días nos golpea oleada tras oleada haciendo nuestra existencia difícil y tediosa, después de pensarlo hablo con mi familia y decido aislarme para escribir esta novela en mi Pueblo, Almedina.
Antes de anochecer ya estoy en mi casa de viejas piedras de mi familia, en mi pueblo desde donde se contemplo el impresionante paisaje de los barrancos, se por algunos de sus cuadros que también inspiro a Yáñez.
Antes de irme a dormir me siento frente al ordenador y escribo algunas páginas iniciales. Después el sueño me vence y apago la luz.
Un ruido extraño de agua me despierta.
—¡Despierta jacinto! Es hora de visitar las trampas.
Cuando abro los ojos veo dando un “repullo” a la chica del Cuadro de Santa catalina pero vestida con ropas modernas muy raídas y viejas. Me rio de mí mismo debo de estar soñando, pero decido seguirle la corriente.
—Soy Bianca y te encontré medio muerto entre los escombros de este pueblo en ruinas.
Rio con ganas, es el personaje que termine de esbozar anoche.
—Te lo agradezco Bianca, pero eres mi personaje, por lo tanto, déjame dormir.
—Ya has dormido demasiado has pasado casi un mes con fiebre y delirando, creí que te perdía, lloré mucho por ti.
—¡Vamos a ver! Tu eres mi personaje la modelo de Leonardo y de Yáñez.
—Debe de ser de la fiebre, soy Bianca una chica de erasmus a la que la epidemia primero y luego la gran guerra me hicieron vagar por la destruida España, me quede aquí por la fuente de limpia agua y los muchos conejos y perdices que medran por aquí, ya hace años que no veo a ningún ser humano vivo, por eso cuando te encontré, aunque casi muerto me puse a salvarte con todo lo que tenía a mano.
—De nuevo me reí, pero un poco mosqueado y harto de este sueño. Miré a mi alrededor y vi que estábamos en una cueva un poco más dentro se oía el sonido del agua y solo nos alumbraba una especie de candil de grasa hecho toscamente de arcilla.
—¿Te gusta jacinto? Lo hice siguiendo mis recuerdos de mis estudios sobre los romanos, funciona muy bien.
—¿Cómo sabes cómo me llamo?
—Me lo has dicho muchas veces entre tu fiebre somnolienta.
—Bueno Bianca, si este es mi sueño lo pienso disfrutar, ¿Dime que año es?
—Estamos en 2054, lo sé porque llevo una anotación cuidadosa en esa pared que ves con símbolos.
—Esto promete, me gusta este sueño, ¿Qué me dices que teníamos que hacer?
—Es hora que te de el aire, tenemos que recoger las trampas que nos dan de comer.
Me ayuda a levantarme y después de beber la sigo fuera de la caverna, el sol me ciega por un momento, después siguiéndola por la senda contemplo un cuerpo perfecto, cuando se acacha a recoger alguna perdiz que me va pasando, veo unos pechos perfectos que juguetean bajo su camiseta.
Siento de pronto por esta chica un deseo profundo y ancestral, después de nuevo pienso que de un momento a otro despertare y quizás como suele pasar en lo mejor del sueño.
Pero el corazón golpea mi pecho cuando vuelvo la vista y contemplo sobre el cerro mi pueblo totalmente derruido, solo son ruinas en un caos absoluto incluso la noble muralla de la fuente ha caído sobre las albercas.
Entonces un fuerte suspiro me despierta.
Estoy en una ambulancia, mi mujer me da la mano, embutida en un traje de protección. Le ruego con los ojos.
—No te preocupes cariño te pondrás bien, no contestabas al teléfono y decidimos llegarnos al pueblo, te encontramos inconsciente, seguramente has estado varios días con fiebre alta según nos dice el doctor, tienes el coronavirus, pero tranquilo cariño te pondrás bien.
Veo como me entran al hospital de Ciudad Real y mi mujer me despide con lágrimas en los ojos, me hacen pruebas y contemplo las caras serias de los médicos. El aire parece negarse a entrar en mis pulmones incluso con la máscara de oxigeno puesta, veo el letrero de la UCI.
—Jacinto, le tenemos que sedar y entubar, es completamente necesario, pero no se preocupe se pondrá bien, lo último que siento es el pinchazo en el brazo, después la oscuridad.
—¡Despierta, despierta por favor, no me dejes sola!
Despierto sobresaltado, sobre mi esta Bianca que me besa llorando.
—Menos mal, no debí sacarte tan pronto de la gruta, estas aún muy débil. Vámonos dentro, te preparare un caldo, veras que bien te sienta.
—Estoy confuso Bianca, yo mismo te cree sobre un folio en blanco.
—Debes de haber soñado con tantos días de fiebre, algún día me contaras de dónde vienes, ya te dije que llevo años sin ver a nadie vivo, solo veo mondos esqueletos por todos los sitios que recorrí. Quizás estemos solos en el mundo, o quizás quede alguien más en cualquier perdido rincón del mundo. El maldito coronavirus y las guerras de después terminaron con el género humano.
—Me da igual Bianca, seremos Adán y Eva, no sé si esta realidad la cree yo, pero si tú quieres la disfrutaremos, haremos que así sea.
Me besa con pasión, la dejo caer poco a poco sobre la cálida piel, ya no sé qué pensar, si estoy vivo o muerto, pero si esto es la muerte es muy dulce.
Barlovento.
