El Libro me había reclamado mucho antes de que yo si quiera supiera de su existencia. Él me encontró y no al revés. Claro que cuando lo hice yo estaba en esa edad en que creía que todo lo que ocurría era por y para mí. Me equivoqué.
Suspiré mirando su vieja cubierta, el cuero estaba tan desgastado que a veces me preguntaba cómo era lo suficiente fuerte para mantener las hojas quebradizas juntas. La respuesta siempre era la misma: un libro normal no lo haría, pero uno con el poder que tenía ese, podría resistir mil guerras sin perder una sola de sus palabras.
Era un Libro de los Destinos, la tinta de sus palabras marcaba cada camino a seguir, y daba las instrucciones para ganar la partida a ese viejo dios caprichoso. Siempre había un precio. Lo había aprendido demasiado tarde. Conseguí todo lo que quise perdiendo todo lo que nunca pensé que podría perder.
Suspiré nuevamente, el Libro parecía llamarme. Me había prometido que nunca jamás lo abriría, no después de lo que había ocurrido la última vez: una persona había muerto. Pero él parecía alimentarse de mis dudas y mis suspiros, y cuánto más me costaba dejarlo cerrado, más insistente se volvía.
Ábreme, y te daré todo lo que sueñas. Ábreme y te convertiré en quien tú quieras.
La tentación era demasiado grande. Sabía que sus páginas estaban manchadas con sangre, pero me había vuelto un adicto al poder. En quién me convertía.
Ábreme, léeme.
No lo haría, ¿cierto? Yo era más fuerte.
No lo eres. Dime qué sueñas.
No...
Ya cederás, siempre lo haces.
Lo trágico, era que esa era la única verdad que el Libro me había susurrado. Esas malditas palabras estaban destinadas a leerse con mi voz, y llevarme a la muerte.
Al comienzo, Cuando dice « Él me encontró y no al revés. Claro que cuando lo hice…» ¿quisiste decir «cuando lo hizo»?
Un saludo,
La avaricia del protagonista le llevó a un triste final, o eso intuyo.
Me ha gustado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes