El tío Patricio dice que los niños sólo tienen dos vocaciones: jugar al fútbol o tocar la guitarra. Cuando le digo que no estoy de acuerdo, me despeina y se sonríe. Ahí me pongo más serio y le explico que yo quiero ser escritor, entonces se ríe a carcajadas y me abraza. Aunque quiero seguir enojado, los abrazos me aflojan un poco y abandono la pelea.
Soy Xavi, tengo 10 años y soy escritor. Mi prima Aina, que es grande y ya va al secundario, me dijo que cuando hable con adultos me conviene decir “cuando sea grande quiero ser escritor” en lugar de “soy escritor”. Dice que los adultos se olvidan de todo lo que eran capaces de hacer cuando eran chicos, y que no vale la pena discutir con ellos.
La abuela Marta dice que soy un “contador de historias”. Según ella, es una de las profesiones más viejas y más importantes. Siempre me explica que las historias guardan la memoria de los pueblos. No entiendo todo lo que dice cuando se pone a hablar así, pero me encanta escucharla, me parece que ella me heredó lo de contar historias.
La revista Trotamundos organizó un concurso de cuentos y me entusiasmé mucho. Cuando leí que había que escribir mil palabras me asusté, pero mamá me dijo que me ayudaba a contarlas y me animó nuevamente. Así que me puse a escribir una historia de un niño que resuelve un misterio de desaparición de mascotas.
Iba todo bien y, no sé porque, se me ocurrió hacerle caso a Aina cuando me insistió que, si me gusta tanto Violeta, le pida que sea mi novia. Fue un desastre monumental, Violeta me dijo que no, y todos mis amigos me miraban con pena a la salida de la escuela. Desde el jueves siento una molestia en el estómago y me cuesta sonreír. No tengo ganas de ir a la escuela, y lo peor de todo, no sé cómo seguir escribiendo mi cuento. Ya no sé qué siente el héroe, ni cómo va a resolver el misterio.
Hoy es miércoles y es el día que voy a la casa de la abuela, espero que ella me ayude. Por suerte, Aina no vino hoy. Porque estoy un poco enojado con ella, y porque quiero hablar a solas con la abuela.
La abuela me prepara una merienda rica y, sin que le diga nada, me pregunta
-Xavi, a vos te pasa algo, querés contarme?
Le cuento todo lo que me estaba pasando, me abraza fuerte y pregunta
-Xavi, que fue bien lo que te dijo Violeta?
-Que somos buenos amigos y que así estamos bien.
-Y vos, ¿porque querés que sean novios?
-No sé, porque me gusta jugar con ella, volver caminando de la escuela y mostrarle mis cuentos.
-Siendo amigos, ¿pueden hacer todo eso?
-Si.
-Entonces?
La abuela me ayudó a sentirme tan tranquilo que, al día siguiente, hablé con Violeta. Le dije que lo había pensado y que me encantaba que siguiéramos siendo amigos. Violeta me abrazó y todo volvió a ser como antes. Lo que no le dije es que se me aflojaron las piernas durante el abrazo, me parece que me voy a guardar ese secreto para escribir una historia.
Ahora, me voy a terminar el cuento para llevarlo a la revista. Ya tengo clarísimo el final.