Escogí una tumba reciente, todavía no la habían cubierto del todo, así que era más fácil quitar los puñados de tierra fresca que tenía encima. El cuerpo estaba enrollado en varias telas viejas y lo saqué despacio del hueco, hacerlo solo era complicado, pero no podía confiar en nadie para estos encargos. Cuando tenía el cuerpo fuera de la tumba observé que se movía ligeramente la tela en un hueco de la zona de la cabeza, la tela se combaba hacia dentro en forma de “o” intentando aspirar algo de vida. Cogí rápidamente la navaja que llevaba en el bolsillo, la clavé varias veces en la parte que pensé que sería el cuello, la tela se tiñó de rojo y un olor a hierro llegó a mi nariz. Con un gran esfuerzo logré subir el cuerpo a la parte de atrás de la carreta y recorrí varias calles oscuras, hasta llegar a la dirección que me habían dado. No había nadie a esas horas, era un edificio de la universidad. Un hombre me recibió con una bata blanca. Acerqué la carreta a la puerta y le entregué el cuerpo envuelto. Observé que la tela se movía de nuevo, pero no dije nada. El hombre que me recibió tenía una cicatriz que le cruzaba la mejilla, desde la comisura de la boca a la oreja, cogió el bulto y lo dejó en el suelo. Sacó los billetes y me pagó. Cerré la puerta y me fui.
He soñado con esa “o” hundida en la tela desde entonces.
«El resucitador»
318 palabras
2 minutos
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Reto creativo
«Oficios artesanales»
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