Hay gente que parece que nace predestinada para hacer algo, tiene una misión en la vida incluso antes de nacer. Ese era el caso de María González Fernández. Desde pequeña siempre había estado fascinada por los libros, le encantaba leer y soñaba con que algún día ella también escribiría uno.
Con el paso de los años, María veía cada vez más difícil que su sueño se cumpliera, la vida se interpuso en su camino, problemas, minucias… Ser una escritora a tiempo completo no era realista.
Una fría mañana de invierno todo cambió. Tenía una historia que contar, en su interior las palabras se empujaban para abrirse paso a través de las teclas que iban al compás del repiqueteo de la lluvia en la ventana. El tiempo se congeló, solo existían sus manos, las caricias al teclado y la hoja de Word que ya no estaba en blanco.
Era como dar a luz, salvo que tuvo a su hija en menos de un mes, su ópera prima. Para su sorpresa, recibió una respuesta positiva de la primera editorial a la que contactó para publicar su libro. No se lo podía creer, tenía que estar soñando.
María no estaba soñando, era todo muy real, tal vez demasiado. Su novela de suspense había pasado a ser un superventas, a la gente le encantaba su libro y estaba deseando que hubiese una segunda parte. Había pasado de ser una limpiadora en la universidad a poder dedicarse a ser una escritora. Ahora tenía que acudir a eventos de escritores, conceder entrevistas y presentar su libro en diversas librerías y bibliotecas.
–En su libro un profesor de Historia Medieval aparece asesinado en la universidad en la que trabaja. Usted trabajaba como limpiadora en una universidad, ¿se ha inspirado en algún profesor que conocía? –La reportera provocó risas a su alrededor.
–Me temo que no –respondió María divertida– y, de ser así, el pobre profesor no podría contarlo. Es todo fruto de mi imaginación, aunque el edificio sí que me ha servido de inspiración.
Era admirable la forma en la que mantenía la compostura, sus admiradores se reían y ella sonreía a las cámaras. Aunque la verdad es que se reía de ellos, María se estaba riendo de todo el mundo. Había detallado cómo había matado a uno de los profesores porque no le gustaba cómo la miraba. El hombre en cuestión había desaparecido hace meses, pero María era una excelente limpiadora, no había dejado ninguna huella, salvo su confesión en forma de libro. La gente le pedía una segunda parte, así que tendría que elegir a su siguiente víctima.
Saúdos!
Asesina y escritora a la vez!
Ahí es na!
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes