«El tiempo absorve»

Durante toda nuestra existencia nos esforzamos en sumirnos en las capas más profundas de la felicidad, acorde a nuestras necesidades. El hombre se moviliza en busca de la felicidad, de la ausencia del dolor. Y en ocasiones para evitar el dolor es necesario protegerse del entorno o bien adaptarse a él. Muchas veces nos renegamos a vivir enjaulados para no correr el riesgo de rasgar nuestra integridad física, emocional o psíquica. Sin embargo, ¿cómo se explica que existan pájaros enjaulados? Los aislamos de su naturaleza y los forzamos a ser nuestros juglares, aunque por lo general es una escena de carácter tierno. Cuando alguien tiene una mascota encerrada en una jaula o en una vitrina y dice que la quiere, que le dedica tiempo y atención, no se percata de que lo que realmente pasa es que ese animal es salvaje y le está negando su naturaleza. Un animal salvaje enjaulado, no deja de ser salvaje. Simplemente se le cortan las alas para que no cumpla con la libertad que tendría en otro lugar. Lo mismo pasa con los corazones. Los corazones son animales salvajes y por eso nuestras costillas son su jaula. El corazón es un animal salvaje y su hábitat natural es otro, diferente a nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo por sí solo carece de amor. Al enjaular un corazón se soluciona. Y por eso el corazón sufre. Aunque lo queramos, como si fuera nuestro pajarito enjaulado, en ocasiones sufre y desea salirse del pecho para volver allí a donde pertenece.
Y fue entonces cuando comprendí que tus besos no debían ser míos, ya que el holgazán que anidaba en lo más profundo de mi sombría consciencia decidió que más triste era suplicarlos a robarlos.
Y fue entonces cuando se nubló, cayendo en un abismo de oscuridad, el lienzo celeste, allá por donde hogaño nuestros más majestuosos sueños anclaron su raíz, conjugando un pasado simple en un futuro perfecto, un tú y un yo en un nosotros.
Y en ese instante sentí que se quebraba algo en mi interior. Por un momento pensé que era mi corazón, pero no, el corazón no se rompe... Después entendí que se me había roto la esperanza y estaba saliendo por mis ojos, tibia y salada.
Pero de las ilusiones se nace, de las metas se vive y de las derrotas se muere. Y mi amor, de más vida no podría carecer nuestro nido de amor.
No pudimos cultivar un nosotros dado que, como es sabido, no se nace sin antes haber sido. No se florece sin antes sembrar. Y no se empieza a vivir sin antes haber amado. Con todo el ser, toda el alma y todo el corazón. Sin límites y sin medida. Algo así como lo que no tiende a ser finito.
Y al alba expiro. Lo dejo atrás para hacerte entrega de todo aquello que nunca debió ser tuyo y de todo aquello que siempre nos perteneció. Y es que las cosas que no fueron cuando tuvieron la oportunidad de ser, ya nunca serán. Porque hasta el último aliento susurraba a gritos tu nombre. Di lo que sientes o esos silencios te harán ruido toda la vida.