«El Viaje con Cernunnos»
El invierno de 1906 me encontraba en San Petersburgo escribiendo mi tercer libro.
Aquellas Navidades eran de hielo.
Anochecía y la humedad se calaba entre mis huesos.
Nunca me acostumbraba al frio, de echo mi elegante indumentaria hablaba por si sola.
Estaba a dos calles del hotel donde me hospedaba, en un despacho acomodado de la céntrica avenida Nevsky.
Necesitaba despejarme de aquella novela que me traía como loca, me había quedado anclada en el sexto capítulo, se me daba bien el drama. Pero solo entre líneas, tinta y papel.
En mi vida real a pesar de ser una conocida escritora y haberme ganado un nombre en aquella gran ciudad, que estaba en pleno crecimiento comercial y desarrollo industrial, no tenía nada de acción.
Decidí cambiar de ruta, bajé dirección al muelle, caminaba sin rumbo cerca de la estación de Moskovsky.
El aire era helado, mi calor se dibujaba en el frio con mi aliento, con cada respiración.
Mis mejillas y mis labios eran como dos rosas granates brotando de mi blanca piel.
No había nadie por la calle, algo propiamente normal para la fecha que era 25 de diciembre.
Pero a mi no me esperaba nadie. Solo mi casa improvisada en un cuarto de Hotel en aquella urbe de paso.
A lo lejos vi acercarse a un hombre, llevaba un ushanka negro ( los típicos gorros rusos) y un enorme abrigo de piel del mismo color. Llevaba un libro en la mano. Al pasar por mi lado nos miramos, como si nos hubiéramos visto antes, aquellos ojos negros y rasgados me dejaron más helada que aquel invierno infernal y entonces dejó caer el libro a su paso, casi a mis pies, mientras él seguía su camino. Lo cogí y al girarme para avisar a aquel extraño y apuesto hombre, vi que había desaparecido.
Era un libro grueso, con las tapas en piel marrón y letras doradas. Estaba manchado de tinta negra, parecía petróleo. Mis guantes estaban cubiertos por esa densa tinta. Y entonces leí el título.
"El día que conocí a Cernunnos"
Volví por donde había venido, ahora si, camino al hotel, mirando si veía a aquel hombre que había perdido el libro. Pero no tuve suerte.
Tomé un baño y me relajé con una copa de vino, mientras me sumergia en el libro.
Contaba la historia de un extraño Ser, un antiguo dios pagano con cuernos de cabrío y una mujer mortal que escribía historias. Hablaba de amor, de sexo lujurioso, de bosque, de fuego, de una dantesca historia y de su oscuro abismo.
Estaba viviendo esa historia como si de mi se tratara. Con cada frase, en cada letra, escuchaba la grabe e imponente voz de Cernunnos en mi cabeza. Aquella historia era real. En cada sueño que tuve, todas las noches que leía. Cernunnos venía a mi encarnado en cuerpo de hombre. De aquel hombre de la estación.
Hacíamos el amor salvajemente. Era obsceno y pecaminoso, como una bestia.
Me alimentaba de él y él de mí.
Para abandonarme en cada despertar.
Sentía tanto dolor y vacío, cuando amanecía...
¿Que me estaba pasando todas las noches?
Estaba atrapada viajando a su mundo y no podía escapar, realmente no quería hacerlo.
Una mañana el libro desapareció como por arte de magia, aquella noche Cernunnos no vino a verme. Y mi piel empezó a cambiar de color. Me estaba volviendo de tinta cada noche. Había dejado su marca en mi.
Y me dolía el alma, en cada despertar.
Y entonces supe que Cernunnos era un incubus que me había elegido para alimentarse. Pero se había enamorado de mi y me estaba matando, consumiendome poco a poco.
Aquel demonio sabía el mal que me hacía, pero decidió parar, ir contra su naturaleza depredadora.
Pero mi deseo por Cernunnos era tan fuerte que solo deseaba escribir, avanzar la novela y llegar al hotel y dormir, para verlo. Pero no volvió más. Estaba sumida en una relación sadomasoquista con un diablo nocturno.
Publiqué la novela y fué un éxito. Salí de San Petersburgo y fuí a parar a Venecia una temporada. Allí empecé a escribir mi obra maestra " El Viaje con Cernunnos" contando todo lo que me quedó de él.
Pasó mucho tiempo hasta que pude publicarla, me dolía el recuerdo.
Un dia al Salir del hotel donde me hospedaba, me recorrí todos y cada uno de los callejones en busca de respuestas, de más inspiración. Entonces vi a un hombre venir de frente. Elegantemente vestido de Negro, con un libro de piel marrón en la mano, con letras doradas y lleno de tinta, parecía petróleo. Ese petróleo que mueve ciudades enteras, pero contamina y aniquila en contacto con la piel.
Y nos miramos a los ojos, su mirada vagaba hambrienta, ninguna mujer lo sació, por muchos libros que dejara caer. Solo era una pesadilla para ellas. Era terror, pero para mi un delicioso y peligroso sueño, donde me perdí con gusto cientos de veces hasta caer a su abismo sin retorno.
Sabíamos que podíamos morir sin alimentarnos el uno del otro. Había pasado demasiado tiempo. La lujuria era nuestro alimento. Pero ahora, ya no tenía que ocultarse más en mis noches oníricas.
Ya conocíamos nuestros cuerpos. Necesitabamos de ellos para sobrevivir.
Y así fué como liberé a Cernunnos el incubus de mis sueños y lo hice hombre.
Mi lujurioso diablo, mi hombre de tinta.
Angie OM
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Buenas noches 🤗