Un maestro como yo,
curtido en mi profesión,
al terminar mi andadura
por senderos de docencia
recuerdo con gran cariño
el inicio de este viaje.
Comenzó mi vocación
leyendo las aventuras
de los textos de Cervantes.
Y, aunque pueda parecer
una extraña inspiración,
les contaré mis andanzas
por las tierras de enseñanza:
En un lugar en el aula
de cuyo nombre no quiero acordarme
cuentan que existen hidalgos
de tiza en astillero
y una regla por espada,
con un séquito de fieles
rechonchetes escuderos.
Que luchan a diario
en su aula por castillo
como andantes caballeros.
En este oficio tenemos
el enorme privilegio
de contar con un montón
de pequeños Sancho Panzas.
Los más fieles seguidores,
nos profesan devoción
pequeños admiradores.
Proclamemos por los reinos
nuestra manera de hacer,
nuestra forma de enseñar.
No queramos unificar
el arte de la docencia.
Don Quijote en los rebaños
veía un batallón armado
y es bien sabido que nadie
hace una genialidad
pastando en los mismos prados
de senderos ya trillados.
Seamos pastores que dejan
salir del surco marcado.
Instémosles a abandonar
los caminos transitados.
Alcemos las diferencias,
no convirtamos los coles
en ejércitos de ovejas.
Hospedemos en la posada
como a errantes hidalgos
a maestros que a diario inventan
nuevas formas de enseñar.
Como locos quijotescos
vistos con cierto recelo
por las esferas más serias
de anacrónica docencia.
Y tras todos estos años
puedo afirmar que Cervantes
si levantara la cabeza,
con lanza en ristre
se le hincharía la armadura,
ya que en clase son rutinas
sus quijotescas locuras.
Me ha encantado, enhorabuena
Saludos Insurgentes