«Érase una vez... La vida»

Llegué aquí en una fusión de fluidos de mis padres. En plena faena se encontraban dándose mucho amor cuando, sin apenas darse cuenta, en un descuido llegué yo antes que el resto de compañeros y dio comienzo a mi aventura.
Al principio y durante las ocho primeras semanas los médicos se dirigían a mi como un embrión, después pasaron a llamarme feto.
Mamá, en cambio, siempre utilizó el término: mi bebé. ¡Me encanta!
Dividieron este periodo en trimestres. En el primero mamá de vez en cuando comía alimentos que no me gustaban mucho y la obligaba a vomitarlo.
En el segundo, comencé a escucharla; primero su corazón y luego su voz. Mi mamá, tiene una voz dulce y suave; disfruto cuando tiene una conversación con papá. El tono es aún más dulce.  En el tercer trimestre, mamá estaba completamente diferente. No sé bien lo que estaría pasando fuera pero aquí dentro, el espacio creció y, yo también era más grande y estaba más formado.
Mamá repite mucho una fecha, se supone que voy a nacer ese día pero yo no creo que pueda aguantar, tengo muchas ganas de verla y que me de los besos y abrazos que me ha prometido.
Ya he cambiado de posición; estoy haciendo el pino, muevo mucho las piernas y noto como la barriga se pone dura. Estoy practicando y creo que he empujado con mucha fuerza porque ha empezado a bajar el líquido que me cubría. ¡voy a conocer a mamá!
He tenido que pasar por un túnel, y luego me han dado unos azotes, no he llorado, sólo he abierto los ojos para ver a mi mamá que en cuanto me ha visto, me ha dicho: - Bienvenido al mundo, mi bebé.- y seguido me ha dado mi primer beso.