Escribo por escribir. Escribo por amor, no sé si al arte o a ti. Escribo por no pensar. Escribo por rutina o por necesidad. Escribo sin saber escribir. Toda esta falta de ideas y de palabras viene de su ausencia desde hace unos meses.
Conocí a Laura por casualidad en un bar de Madrid, mientras ella tomaba una cerveza, sin gluten porque es celíaca, con sus amigas, entre ellas mi amiga Míriam. Laura lleva una melena corta, morena y lisa, y me atrevo a decir que tiene algo de faraona egipcia, de musa griega e incluso de diosa del Olimpo. Una mezcla entre Cleopatra, Calíope y Afrodita.
Recuerdo a la perfección nuestra primera conversación: fue una charla vivaz y distendida con temas bastante básicos como dónde vivía, qué le gustaba hacer o cuál era su profesión. Le dije que me dedicaba a la gestión de empresas, que mi mayor afición era el senderismo y que nací en Guadalajara, pero vivo en Madrid desde muy pequeño.
Después de conocernos aquel día, quedamos un par de veces más, debo admitir que nuestro segundo encuentro fue un poco más tenso, no hubo ni una pizca de alcohol por medio y costó más establecer la confianza de la primera vez. Quedada tras quedada nuestra relación parecía ir viento en popa, o eso creía yo. Debo admitir que me enamoré de Laura hasta las trancas, ha sido la primera chica con la que supe ser yo mismo y de la cual sigo enamorado. Pero como todo en esta vida, cada uno vemos las cosas desde un punto de vista diferente. Laura no es una de esas chicas que se compromete y se reserva para una sola persona, o tal vez sí, pero al menos no conmigo. Soy una persona de impulsos y desde el minuto cero sentí la necesidad de pasar cada segundo de mi vida junto a ella y creo que fue uno de los motivos de su marcha.
Pasamos unos días sin hablarnos, no respondía mis mensajes ni cogía el teléfono y eso que hice varias llamadas diarias. Los días se convirtieron en semanas, ni un mensaje, ni una llamada, ni una razón, nada. Cuando mi amiga Míriam me contó que se estaba viendo con otro chico no me vi con derecho a pedirle explicaciones, tampoco teníamos una relación oficial, aunque me gustaría saber la razón por la que desapareció de la noche a la mañana.
Querido lector, no sé si alguna vez has estado enamorado, pero es una sensación parecida a volar, y se lo explico. Cuando conoces a una chica como Laura ves delante de ti la inmensidad del cielo, abres las alas y empieza el viaje. Es como tener miedo a las alturas y querer saltar en paracaídas: el avión del que vas a saltar despega y tú, temblando, ves el suelo alejarse de tus pies. Llega el momento y saltas sin pensar, de la mano de quien te ha empujado a hacer esa locura, parecida a las que se hacen por amor. Hay veces en las que los dos lleváis paracaídas y hay otras en las que vas sin él, directo a estrellarte contra el suelo. Como ir sin frenos y cuesta abajo. Me estrellé por ella sin necesidad ni obligación, y ella, sin que le temblara el pulso, se marchó dejando un gran golpe. Llevándose un pedacito de mí, de mi vida y de mi inspiración.
Por eso escribo para recordar. Escribo por remordimiento y por tristeza. Escribo por incomprensión y por rabia. Escribo por envidia a ti, querido lector. Tú puedes regresar las palabras una y otra vez. Dile adiós de mi parte. Dile que yo siempre quise escribir tres puntos suspensivos y ella se encargó de borrar dos de ellos. Dile que tal vez éramos el viaje, pero teníamos distinto destino. Dile que fue la forma más bonita que tuvo la vida de decirme que no siempre se puede tener todo lo que se quiere.