Estaba aburrido.
Me sentía completamente extenuado de ser yo. Lo que era sorprendente ya que habitualmente ser yo, era bastante genial. Pero hasta lo extraordinario se vuelve rutinario cuando se hace día tras día.
Aburrido. Tan malditamente aburrido que hasta encontraba estimulante leer las noticias.
Quizás debería cambiar de trabajo, o unas merecidas vacaciones. Tal vez necesitaba calmarme y respirar. La meditación siempre era una opción, aun cuando la última vez que lo intenté acabé por alinearle lo chacras a mi instructor después de que sugiriera que tenía un pequeño problema de ira. Definitivamente no lo tenía.
Quizás debería ir a Europa, no en todos los países estaba vigente la orden de búsqueda y captura. Y aunque la estuviera, eso sería divertido. Definitivamente no podría aburrirme si tenía a la Interpol tras de mí todo el tiempo.
Me miré en espejo del baño, y me dije a mí mismo, tú puedes. Siempre has podido. Quizás ahora mismo no estés pasando por una buena racha, pero… pasará. Siempre pasa. Sonaba tan convencido en mi cabeza que hasta me permití sonreírle a mi reflejo.
Todo iría bien.
Agarré la máscara que se había convertido en mi amuleto de la suerte, y saqué de la gran bolsa de licra negra lo que se encargaba de que si fallaba mi amuleto de la suerte siguiesen saliendo bien mis planes. No necesité más antes de salir del baño del banco.
Apunté al techo y disparé tres veces, provocando los gritos de los clientes.
- ¡Señoras y señores, esto es un atraco! – grité por encima de los gritos haciendo que se callaran inmediatamente. – Será mejor que colaboren.
Y así de la nada, todo mi plan se fue a la mierda. Las luces se apagaron y los gritos resonaron de nuevo. Un apagón.
Mierda, pensé, estoy jodido.
Buen relato. ¡Muy original!
Mal momento para el apagón.
Saludos Insurgentes