«Extraños en Venecia»

A las tres de la mañana la fiesta de carnaval seguia en su apogeo. Ariadna vagaba por las calles de Venecia intentando orientarse y poder volver al hotel donde se hospedaba, iba disfrazada de hada,la suave brisa movia las alas negras de su disfraz y el hombre que acababa de doblar la esquina pensaba que estaba alucinando. Una mujer de aspecto angelical estaba parada bajo la luz de una farola. Se veía perdida mirando de un lado a otro, pensó que tal vez podría ayudarla, por lo cual se acercó a ella pero antes de poder decir nada le soltó un puñetazo que le dejó los dientes temblando.
-Ni si quiera lo intentes, soy cinturon negro de karate- le advirtió ella con una pose defensiva, llevaba una máscara negra que hacía resaltar sus ojos azules y su pelo dorado.
-Perdone si la he asustado, no era mi intención, solo quería ver si necesitaba ayuda- le dijo él, al verlo se quedó pasmada, era alto y fornido, de pelo negro como la noche y ojos grises que ocultaba bajo una mascara plateada.
-Oh perdón, es que es tarde y una nunca puede fiarse- se disculpó ella- me llamo Ariadna.
-Yo Cristopher- le cogió la mano y le besó el dorsal, los dos sintieron un escalofrío al tocarse- encantado señorita, tiene usted un buen derechazo- se río ligeramente.
-Lo siento mucho, por favor llámame Ariadna.
Ella le dijo que estaba perdida y él se comprometió ha acompañarla. Pasearon juntos bajo la luz de luna hasta llegar al hotel. Ella no era de aquí y eso le entristeció, pues pensó que podrían llegar a conocerse mejor.
Se despidieron con la promesa de verse al día siguiente, ella con ilusión y él sabiendo que no la vería nunca más. Fueron una estrella fugaz.