«F.K.»

En multitud de ocasiones le habían comunicado, de manera suave, que su arte no tenía cabida en el museo. Era parco en colores, aburrido, simple y nada llamativo. Estas palabras le producían un dolor muy grande. Se sentía ninguneada pero jamás se rendía. Se pasaba el día entero creando nuevas obras de arte, haciendo caso a cada uno de los consejos dados por el director del museo. Sin embargo, durante el tiempo que ocupaba en pintar, se olvidaba de cuidar su higiene personal. Las uñas y el pelo le crecieron sin darse cuenta y el olor corporal que desprendía comenzaba a ahuyentar a los que se acercaban a ella. Después de varias semanas mezclando colores a diestro y siniestro, terminó lo que ella consideró como su mejor obra de arte. Un simple retrato; el suyo. Solo le faltaba una cosa más, rubricar su obra con las iniciales F.K. De nuevo, acudió al museo con el cuadro debajo del brazo envuelto en papel de burbuja. Le presentó su obra al director y éste se quedó perplejo. No era por el cuadro sino por su aspecto. Su vestimenta era muy colorida, el entrecejo le había crecido considerablemente y su olor destacaba en el museo. Su presencia destacó al momento entre el murmullo de los presentes. Muchos de ellos, se preguntaban por quién era ella, si era una artista famosa o simplemente una loca que se había colado en el museo. Muy bien señorita Khalo, esto si es digno de exponer en mi museo - le dijo el director.Desde aquel día, la figura de Fryda Khalo, más conocida como la chica del entrecejo, comenzó a expandirse por el mundo y jamás volvió a ser una pintora infravalorada. Había nacido una nueva estrella de la pintura y el espectáculo.