Son las 8:40h. Tengo 20 minutos para terminar el informe antes de la reunión. He pasado una mala noche. Voy a por un café. Annette insiste en dejar ir de intercambio de alumnos a nuestra hija. ¡Doce horas de vuelo! Ni hablar. La discusión no me ha dejado pegar ojo.
¡Piiii!
La máquina de café me reclama. Café solo a tope de azúcar. Vuelvo a mi mesa por el pasillo lateral que deja disfrutar de las vistas. Todo parece tan bonito desde el piso 93, cualquier turista desearía subir hasta aquí y ver la ciudad a vista de pájaro. Sin embargo, aquí nos enfrascamos en la pantalla y ni maravilloso, ni entretenido nos parece estar a casi 200 metros de altura.
—¡Mike!, te dejo la sala libre para tu reunión. Los alemanes están subiendo.—Me alerta Jorge desde la sala de reuniones Taiga.
—Perfecto, gracias. Remato las gráficas y les espero allí.
Bien, 8:45h. Agrego los últimos factores de riesgo...así...y listo.
¡Bruuum!
¿Qué ha sido eso? Todos levantamos la vista de la pantalla desconcertados. Charlotte grita:
—¡Fuego en la Torre Norte! ¡Mirad!
Una escena de ciencia ficción ante nosotros. Nos acercamos al mirador del terror. Sólo podemos ver humo, llamas, la torre parece una colilla mal apagada y en cuestión de minutos...
¡Bruuuuuuuum!
El suelo se mueve a nuestros pies. Los cristales estallan. Caen pedazos de techo sobre nosotros. El ruido es ensordecedor. Los gritos. Todos mis compañeros corren, intentamos llegar a la salida por la escalera. El humo nos golpea. Retrocedemos. Humo, sólo hay humo y polvo. No nos vemos las caras. Cierro los ojos. Sólo puedo verte a ti Annete. Cuida de Elisabeth por mí, por los dos. Abro los ojos y sigo la única luz.
9:07h Salto.