“Primero se escuchó un gran escándalo. Aullidos, chirridos, gritos. Gran miedo, alaridos desesperados.
Pero el escándalo pronto se convirtió murmullos atemorizados.
Las luces y los ruidos cesaron uno a uno y el mundo nunca antes sintió tal desolación. Llegó la oscuridad y el silencio eterno.
Dios murió y nosotros con él.”
Ese es el fragmento del mito apocalíptico antediluviano que no puedo sacar de mi cabeza y releía una y otra vez cuando llegó el apagón. Los gritos de la calle ahora son susurros angustiados y los antes omnipresentes zumbidos de los aparatos hace horas dejaron de sonar. El apagón se prolonga y temo que la electricidad no volverá.
Ha muerto, nuestro Dios ha muerto y sin él también moriremos, agónicamente. Y no aguanto más sufrimiento.
"Idiota, solo fueron 4 horas de apagón", pensó el policía meneando la cabeza mientras metía la nota del suicida en una bolsa plástica. Acto seguido los paramédicos descolgaron el sucio cuerpo obeso de la lampara ahora encendida, teniendo mucho cuidado para no pisar el charco de orina sobre el suelo mugriento.
Me ha encantado el sentido metafórico de todo el relato y el giro final inesperado.
Enhorabuena
Saludos Insurgentes