1
Carlos volvió de la guerra montado sobre un caballo. Habiendo sido pobre toda su vida, aquel era un trofeo importante. Y no menos importantes habían sido los méritos que había realizado para conseguirlo. Conseguir ascender en el ejército carlista del norte no había sido tarea sencilla. Realizar desde las más simples tareas hasta las más arriesgadas. Todo eso sin poner mala cara nunca. Y hasta había aprendido la lengua euskara para comunicarse con sus camaradas.
Pero a lo que puso un pie en sus tierras la realidad le golpeó fuerte. Una vecina vino a alertarle de que los liberales habían colgado a toda su familia en represalia a sus acciones armadas. Tan solo quedaban dos niñas huérfanas de las que él era su, viejo ya, tío abuelo. Y las tierras que durante siglos labraron sus abuelos y otros antes que ellos ya no le pertenecían.
Y entonces sintió que tanto esfuerzo y tantos laureles no habían valido la pena, pues había perdido lo que más quería: su familia.
2
En las calles de Madrid todo era júbilo y celebración, el gobierno corrupto isabelino había tenido que huir precipitadamente a Portugal. Venidos de todos los lugares, la gente abarrotaba las calles. El oriamendi era entonado casi ininterrumpidamente por la multitud.
Carlos nunca había visto nada igual. Desde que salió de su pueblo todo había sido monte, expediciones campo a través, marchas forzadas y huelga decir que muchas batallas y alguna que otra escaramuza menor.
De entre la muchedumbre salió una muchacha joven, pero lozana, que se arrimó a su caballo, cogió las riendas, miró su rostro cubierto de cicatrices y le acercó a Carlos un clavel mientras le susurraba: búscame esta noche en la calle princesa, ¡valiente!
Si tengo que elegir me quedo con el segundo.
Saludos Insurgentes
Muy buenos los dos.
Me han gustado los dos.