«Fui feliz, amé y me amaron.»

Mi madre siempre me contaba que el día que nací, cuando iba de camino al hospital, llovía a mares. Y que cuando salimos del hospital para ir a casa volvía a llover a mares. Y que por eso desde entonces he adorado la lluvia, porque ella fue la que me dio la bienvenida a este mundo. Reflexiono sobre las palabras de mi madre mientras veo llover desde la ventana del hospital. Desde que me dieron la noticia hace un tiempo la lluvia no ha dejado de acompañarme. No me sorprende, ha sido testigo durante toda mi vida de los momentos más importantes, no podía faltar en este. He pasado por muchos estados de ánimo durante estos días. Primero negación, esto no puede estar pasándome a mí. Después la ira, por qué a mí. La tristeza, por todo lo que me voy a perder. El dolor, de dejar a mis seres queridos. La desolación, por lo mucho que quería hacer y no hice. La rabia porque no me parece justo. El miedo, a lo desconocido. He sentido muchas otras cosas. Y en un principio ninguna fue positiva. Hoy creo que por fin puedo percibir que la aceptación se va abriendo camino. Porque no me queda de otra que aceptarlo. Me ha tocado, y ya está, por mucho que lo niegue y me enfade, nada cambia lo que está escrito. Así que desde ahora quiero cambiar el enfoque, darle la vuelta a los sentimientos negativos y centrarme en todo lo positivo. En que fui feliz, amé y me amaron. En que dejé huella en personas que me recordarán con cariño cuando ya no esté. Leí hace tiempo en alguna parte que "mientras haya amor y memoria, no existe la auténtica perdida" hoy lo creo más que nunca por eso: Gracias y adiós, mundo.