Lo compraron todo. Parece que les ha gustado más de lo que jamás hubiese imaginado.
¿Escribo para agradar a quienes en el fondo desprecio? No lo sé. No lo quiero saber.
Todo indica que las ventas me darán dinero. A un buen dinero, me refiero. Hace tiempo que quiero comprar zapatos; no aguanto los pies después de mucho tiempo andando. Hace meses que quiero hacer un viaje incómodo: sólo así encuentro historias dignas de ser contadas. Pero, ¿para qué viajar y sufrir, moverme y padecer, para inspirarme y escribir, cuando todas esas palabras, esas imágenes dibujadas con letras, se traducirán en un producto más para gente por la que siento una irrefrenable repulsión? Hace años que quiero volver a ese restaurante frente al parque sin mirar los precios en la carta. Hace muchos besos que quiero beber una botella de vino charlando con el viento. Hace muchos libros que quiero invitar a alguien a algo.
“Querido diario,
Hoy, que no eres más que virgen papel de tacto blanco,
Que invitas a entintarte el cuerpo manso…”
Qué vergüenza. El dinero, y la comodidad que compra, nos malogra hasta la médula. Ahora soy capaz de arrancar una pieza con “Querido diario…”. Lo que me faltaba.
Dormiré.
No puedo dormir.Escribiré.
No puedo escribir.
¿Será el éxito el principio del fracaso?