Ainhoa Risquez

«Hacia el cambio»

499 palabras
4 minutos
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En un pequeño pueblo rural de España a principios del siglo XX, un joven campesino descubre secretos oscuros sobre la opresión y explotación de su clase por parte de la nobleza local y la iglesia. Movido por un profundo sentido de justicia, decide comenzar una revuelta.
Año 1930, tiempos difíciles en los que los más castigados eran los más pobres. Y los ricos eran cada vez más ricos, a costa del trabajo de los demás.

El campo siempre se había asociado con personas mayores, pero en un pequeño pueblito extremeño, no muy conocido, se encontraba Pablo, un joven de unos veinte años. No estaba solo, estaba rodeado de muchos más trabajadores, uno de ellos su abuelo.

     -Deberías ponerte a estudiar - dijo el abuelo.
    - No importa, quiero ayudarte para que no tengas que esforzarte tanto.

Solía ir los fines de semana ya que era su vía de escape de la vida urbana, del ruido.
Un día no se encontraba con ánimos de ir a clase, y lo primero que pensó fue en ir a huerto con su abuelo. Cogió su bicicleta y salió; no estaba a mucha distancia, por lo que en cuestión de minutos llegó. Llegó a la casa de sus abuelos y se dispuso a salir por la puerta de atrás, que daba al huerto. Sin embargo, escuchaba más ruido de lo habitual y se quedó detrás de la puerta, observando; todos los campesinos estaban alrededor de dos figuras, más altas y uniformadas, que les alzaban la voz con aire de superioridad. Parecían un sacerdote y un noble, pero, ¿Qué hacían allí?, se preguntaba Pablo.

Sin que nadie se percatara, salió de vuelta a la ciudad. Una vez en casa, se puso a investigar en papeles, periódicos, libros...todo lo que tuviese cerca, para intentar averiguar quiénes eran o por qué estaban allí. Lo que descubrió lo dejó de piedra; cogió su bicicleta de nuevo y salió corriendo hacia el huerto.

     - ¡Abuelo! - gritó Pablo.
     - ¡Estoy aquí hijo! Qué alegría verte.
     - Abuelo...- dijo recobrando el aliento - ¿Por qué no me habías contado nada?
     - ¿Contado el qué?
     - Vamos abuelo...Lo de que la iglesia y la nobleza os obliga a trabajar para ellos, y además, os amenazan con quitaros las tierras.
     - Hijo...eso es algo con lo que siempre viviremos...Por eso no quiero que te dediques a esto.

Pablo, indignado, salió corriendo a la vez que decía: ¡Tengo que detener esto!

Días después, las calles comenzaron a llenarse de carteles revolucionarios con el título "CAMPESINOS, UNIDOS". Días más tarde, Pablo apareció junto a un montón de campesinos y ciudadanos humildes montando rebeliones por las calles de la nobleza del pueblo reivindicando lo que les pertenece y luchando por un futuro mejor para el mundo rural, sin opresión ni explotación.

Llegaron hasta la iglesia y se plantaron delante, cuando salió el obispo.

    - ¡¿Qué diablos hacéis aquí?!¡Volved al trabajo!
    - No vamos a volver a ningún sitio - dijo Pablo - A menos que dejéis en paz a estas familias humildes que trabajan para que vosotros viváis mejor. Hablo en voz de todos, y no vamos a dejar que os aprovechéis, y mucho menos que os quedéis con nuestras tierras. Y si no es por las buenas, será por las malas.

Y así comenzó una era de rebeliones rurales.
Ainhoa Risquez
Miembro desde hace 2 años.
34 historias publicadas.

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elinsurgentecalleja
01 mar, 20:43 h
Costó mucho pero se logró frenar esa opresión, aunque de una manera u otra sigue existiendo en la actualidad, aunque más permisivo.
Siempre hubo clases😢
Saludos Insurgentes
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