«Hagamos un baile interminable»

Después de veinte años ha llegado el momento de parar y reflexionar. De parar ese manantial de lágrimas que parece no tener fondo cada vez que tu recuerdo vuelve a mi mente; de parar esa angustia que encoge mi corazón cuando pienso que no volveré a sentirte cerca; de parar esa mirada triste cuando vuelvo a percatarme que no volveré a disfrutar de tu alegría.

Ha llegado el momento de cambiar la tristeza por alegría; alegría por saber que después de tantos años tu recuerdo sigue intacto en mi memoria y que, por tanto, tu presencia y tu amor siguen viviendo aquí, ahora en mi corazón como hogar, un lugar cálido como el refugio que en plena montaña nevada da calor a sus habitantes, como la manta suave y gélida que abraza un cuerpo frío para que entre en calor, como las llamas de una hoguera que ofrecen su vivacidad a quien siente su cuerpo frío.

Porque, aunque hace demasiado que te fuiste para no volver, no te marchaste del todo; una parte de ti sigue viva en mí, esa de risas, alegrías, miradas y abrazos que tanto te caracterizaban ahora descansan en mi recuerdo.

Ha llegado el momento de frenar esa cascada de lágrimas para dejar paso a un diluvio de sonrisas provocadas por tu mejor recuerdo porque, aunque tu cuerpo esté muerto, tu alma habita en mi corazón.

Riamos fuerte, tú allá a lo lejos y yo aquí mismo, para que el eco de nuestras risas forme un baile interminable en el horizonte infinito.