La inspiración de mi alma era Elizabeth.
Ella hacía de oasis de inspiración en el desierto de mis bloqueos mentales, y ahora que no está, ni siquiera encuentro un poco de sombra que le de descanso a mi mente, que me haga recobrar fuerzas y haga que mis dedos se muevan solos sobre el teclado del ordenador durante el día.
Ama las flores y la jardinería. Su sonrisa al coger la regadera iluminaba mi cara; su voz al tararear I wanna be adored mientras acariciaba las hojas de las Alocasias era una bocanada de aire fresco. Verla desde la ventana al llegar del trabajo y que antes de entrar regara el precioso jazmín junto a la puerta, era un regalo para mis ojos. Ahora el Jazmín se marchita lentamente, como mi pasión por la escritura. Prometí cuidar las plantas por ella, pero olvidé que dar demasiada agua también mata a las flores.
¿Fue ese el problema? ¿Quizás le di demasiada agua? No, nunca le di demasiado; nunca le di suficiente.
No obtuve respuestas, no las merecía, pero aún las busco al igual que el Girasol la busca a ella. Tan solo sobreviven las Plantas Carnívoras que devoran lentamente cada ápice de ilusión por volver a escribir un capítulo, un párrafo, una frase, una palabra.
Qué bonito era verla cortar el Aloe Vera y hacer todo tipo de mejunjes caseros con él. El Aloe Vera también está marchito ahora, se ha podrido; demasiada agua.
La Dragonaria perdió sus flores minutos después de que yo la perdiese a ella.
Incluso la Areca del salón ha comenzado a encoger, al igual que mi corazón al ver el sillón blanco junto al ventanal totalmente vacío.
Quizás nuestra relación era como la Azalea de la mesita junto al sofá: preciosa a simple vista, pero altamente tóxica. Y nadie merece morir envenenado por una Azalea.
Debimos haber creado un amor tan fuerte y duradero como las raíces de una Caléndula, y no pasajero, como las flores del Crisantemo. Fuerte era Elizabeth, que me cogía la mano en mis peores momentos, e incluso se dormía en mi hombro mientras yo escribía noches enteras. Anhelo hacer la vista a un lado y verla luchar por no caer rendida mientras seguía con atención cada una de las palabras que escribía. Sin ella no sé formar una frase.
Ella era como el Crotón. Preciosa y llamativa, pero necesitaba de una luz que yo no podía ofrecerle; una luz que no tengo. Quizás el problema no fue el agua, sino la luz. Era como el Espatafilo, tan bella y elegante que era imposible no sonreír al verla; era feliz con lo poco que yo podía ofrecerle, y allá por donde pasara, parecía purificar el lugar.
Puede que yo fuera la Hiedra Venenosa que no la dejó florecer. Nunca pensé que quizás ella crecía buscando el sol y yo me quedé en la sombra, como un Helecho al que en lugar de caérsele las hojas, se le caen las lágrimas.
La lavanda, la menta, la albahaca, el romero y la hierbabuena eran olores recurrentes en la cocina y en los dormitorios, y ahora nada huele, la casa es inolora desde que ella cerró la puerta a sus espaldas; se llevó los olores consigo, se llevó la vida del que era nuestro hogar.
Antes de irse, me dijo que cuidara del Poto de la zona de lectura; sonrió levemente al decirme que su cuidado era prácticamente nulo, tan solo tenía que evitar el frío. También ha muerto; el calor que guardaba la casa salió por la puerta persiguiéndola a ella, casi pude oír al viento gritar su nombre.
Puede que yo fuera un Rosal para ella. Le daba mis mejores flores e intentaba alegrarla cuando florecía, pero el daño que producían las espinas era mayor que la belleza de las rosas. Y las espinas no pueden olvidarse, no pueden ser arrancadas del tallo como si nunca hubieran existido. La rosa no tiene la culpa de nacer con espinas, pero las manos que la acarician no merecen ser pinchadas cuando tan solo querían regarla y hacerla crecer. Mi mente se encuentra hecha un lío, como las enredaderas que recorren las columnas de la entrada.
Si yo hubiera sido Holanda, ella hubiera sido mi campo de Tulipanes.
Cuántos pétalos de Margaritas arranqué los días antes de que se marchara, preguntándoles a las flores si me quería o no, muriéndome por dentro por las dudas; no me di cuenta de que también las estaba matando a ellas. No es el agua, ni es la luz, soy yo.
Mi corazón se siente como un Lamprocapnos, y nada puede frenar la hemorragia, tan solo el regreso de mi Crotón, volviendo a casa con todos sus aromas y colores, con todas sus flores.
Debí impulsarla como el viento a los Dientes de León, animarla a repartir su bondad y su alegría por cada rincón del planeta y aplaudirla al alcanzar sus metas.
Renunciaría a todos los Best Seller que se me dieron tan solo por verla regar el Kalanchoe una vez más.
Quería plantar un Ave del Paraíso con ella el día de nuestro décimo aniversario, sin saber que el Paraíso era ella y que hacía tiempo que dejé de regarlo. En lugar de haber plantado un Pensamiento y creer que estaba todo solucionado en nuestras vidas, debí haber pensado más en ella y en cómo se sentía.
Con el tiempo uno se da cuenta de que no es solo regar y dar luz, a veces también es necesario podar y recortar. Tú me podaste de tu vida, Elizabeth, y ahora solo rezo para que Nomeolvides.
Joer, pues después de ese pareado cualquiera lo diría. :D Me ha gustado
Has utilizado muchas palabras para espresar algo que podrías haber utilizado en menos, y haber profundizado más en la explicación para "no-botánicos" de las plantas. La próxima que vayas a adentrarte en un campo probáblemente no conocido para la inmensa mayoría de tus lectores (a menos de que vayas a una revista de botánica) yo te recomendaría elegir unas pocas plantas y que cada una de ellas aporte un valor a tu texto. Por ejemplo: "Devoraste mi ilusión por escribir cual planta carnívora, y me dejaste a la sombra cual helecho, pensando que sobreviviría"
Ser explicito no está mal, pero el texto tiene que contar algo al lector para que éste se vea recompensado por su atención prestada.