La vida del novelista es complicada, tener horario no es algo que alguna vez me haya definido, puedo ver varios amaneceres juntos o no ver el sol en varios días. La inspiración nunca viene con cita previa, cuando llega, mis personajes toman vida y van creando la trama de mis novelas tomando sus propias decisiones, yo solo soy un mero espectador.
Monique era investigadora en la Segunda Guerra Mundial, dedicada a estudiar la capacidad humana para aguantar el dolor. Su especialidad era conocer cómo la mente se dispersa cuando la realidad es tan dura que no es capaz de asumirla sin volverse uno loco. No me había informado lo suficiente, no sabía si el papel de Monique existió en realidad, si los lugares que nombraba en mi novela en algún momento de la historia habían existido, y a mi me sonaban de alguna clase de historia en la que había prestado algo de atención o si, por el contrario, habían brotado de mi mente. Ya me preocuparía de darle forma más adelante.
La novela se desarrollaba en Tamm, un municipio de Luisburgo. Monique estaba leyendo unos papeles cuando sonó el teléfono en la habitación de al lado. Cerró la puerta con un portazo, le molestaba demasiado que la interrumpieran cuando estaba trabajando. -Ahora seguimos- dijo antes de que la puerta se cerrara detrás de ella.
Me quedé en blanco delante de mis notas y solo unos golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación, sería mi vecina con alguna excusa para entablar conversación con algún ser vivo que no fuera su gato. -Se había cerrado la puerta y no podía entrar, ¿has avanzado algo? – me tuve que frotar los ojos, ¿me había quedado dormido escribiendo? ¿Qué hacía Monique entrando en mi apartamento? Volví a pestañear y ahí estaba ella con cara de pocos amigos -por favor, no tengo la mañana como para que me hagas perder más el tiempo, ¿has avanzado algo? – como de mi boca solo salían sonidos sin sentido mientras intentaba articular alguna palabra, Monique se acercó al sofá, no sin antes murmurar algo cuando pasada a mi lado, y abrió el maletín para guardar los documentos que había estado leyendo. ¿Quién había puesto el maletín ese ahí? -Nos vamos- la voz de Monique fue una orden, que sin saber muy bien por qué, no pude desobedecer.
-Sube al coche, yo conduzco- dijo Monique con ese tono de voz que empezaba a ser ya su tono más característico. Cogimos la B27 unos 2km, tomamos la salida A81 en dirección a Heilbroon, 30km después estábamos cogiendo la salida A6 en dirección a Nürnberg, a partir de ahí ya todo eran indicaciones de lugares que ni siquiera sabía pronunciar. Durante todo el camino Monique se mostró decidida, pero a la vez cercana, yo la dejaba hablar, no quería precipitarme hasta saber en qué momento me había vuelto completamente loco. Me quedé mirando por la ventanilla, era todo tan verde que me recordaba a Pipe, el pueblo de mis abuelos en el norte de España. Un comentario de Monique me hizo aparcar mis pensamientos por un momento -Es normal que estés así, experimentar con humanos nunca te deja indiferente- no sabía si tenía más miedo que preguntas, pero para cuando cogí todo el valor necesario para hablar en voz alta, Monique estaba aparcando el coche en lo que parecía un centro penitenciario.
La entrada era imponente, estuvimos esperando en la puerta hasta que un soldado nos dio instrucciones para que esperásemos en uno de los despachos. La puerta se cerró de golpe y un viento frio entró por la ventana, me dispuse a cerrarla y cuando me di la vuelta ahí estaba mi escritorio, tal como lo había dejado. ¿Qué me estaba pasando? La última línea escrita, la misma que había dejado cuando llamaron a la puerta.
Todo en mi apartamento estaba como lo había dejado, ¿había sido un sueño? Recordando el pueblo de Pipe mire a la estantería y ahí estaba el trofeo que habíamos ganado de niños en el campeonato que se celebraba entre los pueblos del concejo de Castrillón. No sabía por qué lo había guardado tanto tiempo, pero de lo que estaba seguro es que algún día le dedicaría algunos párrafos en alguna de mis novelas. Un golpe en el brazo interrumpió mis pensamientos -Tenemos el cargamento preparado, ¿Qué haces? ¿tomar notas para tu próxima novela? - la risa jocosa del soldado se mezcló con la media sonrisa de Monique mientras negaba con la cabeza, como si con su expresión dijera que no tenía solución.
Las siguientes horas fueron de horror y muerte, gente desamparada, con la mirada perdida ¿por qué se estaba permitiendo tanto dolor? ¿Qué hacía yo ahí? Supongo que ante la atenta mirada de Monique pensé demasiado alto. La expresión de su cara fue de horror al descubrir que la realidad me estaba afectando más de lo que un investigador puede permitirse. -Tenemos indicios qué demuestran que la mente humana puede desarrollar una realidad paralela cuando no puede asumir lo que está viviendo- ¿Qué me quería decir a mí? ¿por qué no podía salir de esta pesadilla?
-Doctor Weber, le estábamos esperando- ¿con quién estaban hablando si en esa habitación solo estábamos la investigadora Monique y yo?