Otro día pasa. Otro día sin avanzar en la meta.
Le echaré la culpa al ordenador que se atasca, al estado de ánimo de ese día, a la insoportable ola de calor de las últimas semanas, incluso a la falta de tiempo. Y puede que no me falte parte de razón.
¿Cómo logras encontrar la concentración cuando el ambiente no acompaña?
¿Cómo lograr atraer a la esquiva musa de la inspiración en los momentos más estresantes?
¿Cómo pretendes convencer a tus allegados que quieres dedicarte a escribir si tus bloqueos te paralizan?
Los minutos pasan, y con ellos las horas y los días, y compruebas como ese proyecto que tanto te ilusiona se está quedando estancado. Como esa novela no consigue avanzar, como esos personajes te están pidiendo a gritos que narres sus aventuras y desventuras. Pero tú te quedas mirando la pantalla de tu ordenador, repleta de miles de anotaciones sobre tu querido proyecto, y chocas contra un muro invisible.
Todas esas excusas tan solo son las miles de capas que cubren un miedo atroz, que ocultan a esa garra invisible que día a día te va oprimiendo el pecho y apretando las entrañas. En los grupos y comunidades de escritores tenemos miles de formas de nombrar a nuestra más poderosa némesis: el tan temido bloqueo del escritor. Puedes conocerla como síndrome del impostor, síndrome de la hoja en blanco, o simplemente el Malvado Doctor Bloqueos. A mi me gusta llamarlo la Bestia porque me recuerda al monstruo acechante de cualquier película de terror de serie B, solo que este es mucho más puñetero. Es imposible que ningún escritor le tema o, como mínimo, haya padecido alguno de sus ataques en algún momento de su vida.
La Bestia es invisible, de forma y tamaño variables. Puede tener colmillos afilados, garras de depredador, mil ojos, cuernos, todo lo que se te antoje. Eso lo dejo a gusto del escritor o escritora atormentado. Al final no es su apariencia lo más aterrador y grotesco, no. Es la ponzoña de sus palabras. Nosotros que nos dedicamos a transmitir emociones a través de las palabras conocemos bien el daño que estas pueden causar. Sabemos cómo un buen discurso puede sacudir océanos y continentes, puede remover conciencias, puede destrozar vidas. Aquellas palabras engendradas en el seno del odio y en las fosas del miedo son los que más peligro acarrean, pero… No son las más poderosas. Ese es su punto débil: las personas que lanzan aquellos dardos venenosos pretenden hacerte creer que tienen poder sobre ti.
‘Lo digo por tu bien. ¿Quién va a leer tu historia?’ me susurra la Bestia, sentada sobre mi hombro izquierdo como una especie de Pepito Grillo malévolo.
No la escuchéis. Miente como una bellaca. La Bestia repite discursos que sabe que puede haceros daño. A mi Bestia particular le encanta disfrazarse de gente cercana a mi entorno, adora susurrar palabras camufladas de buenas intenciones.
‘No vas a dedicarte a esto. ¿Por qué no buscas un trabajo de verdad?’.
Cierro los ojos y busco canciones que la amansen. Permito que la celestial voz de Aurora fluya en mi interior y, cuando el monstruo se adormece, es entonces cuando una pregunta silenciosa retumba dentro de mi cabeza.
‘¿Cómo se sentiría Link si Ganondorf se mofase de su valor como héroe?’
Permitidme la comparación, los escritores somos ese héroe tímido en cuyas manos porta la Espada Destructora del Mal. Nuestra imaginación es nuestra mayor arma, nuestra Espada Maestra. Nosotros hacemos frente a una gran Calamidad, solo que no destruirá el reino de Hyrule sino algo más preciado: nuestros sueños y esperanzas. En nuestra travesía heroica quizás no contemos con la ayuda de máquinas ancestrales, ni con héroes caídos en batalla, ni con una princesa de poder colosal. No obstante, sí contamos con compañeros igual de valiosos, nuestros aliados en esta ardua cruzada. Amigos, pareja, familia, mascotas. Todos ellos portan armas que se materializan en forma de palabras de aliento, discursos repletos de luz y esperanza, consejos para apaciguar a la Bestia, un buen repertorio de música, un hombro en el que llorar, unos oídos que escuchan… y unos abrazos que apaciguan la marea de nuestro interior.
Hay días en los que desearía tirar la toalla, dejar de perseguir un sueño que parece inalcanzable, sucumbir al veneno de La Bestia.
‘No te exijas tanto. Date un momento de respiro, sabes que el proyecto saldrá adelante’ me aconseja César, mi pareja.
‘Conozco bien a tus personajes. Puedes hacerlo’ me anima Rubén, mi mejor amigo.
‘Me encanta como te expresas y describes. Persigue tus sueños’ me dijo Laura, mi amiga de la infancia.
‘Nunca dejes de escribir, por favor’ fueron las palabras de mi amiga Cris al leer mi último poema.
Esas palabras sinceras, esos comentarios, son como luciérnagas iluminando la noche más oscura de todas. Concentraos en ellos, olvidaos de todo lo demás. Usad un poco de música y dejad que todo fluya. No existe fórmula secreta ni hechizo mágico para vencer los bloqueos y miedos internos, o al menos todavía no la he encontrado. Pero la gente que os apoya, que cree en vosotros, serán vuestros guías en esta larga travesía.
Jamás dejéis de soñar.
Agarrad vuestra Espada y zarpad rumbo a la aventura.